viernes, 4 de febrero de 2022

Extremadura, un reto demográfico


 

Nos perderíamos en la noche de los tiempos evaluando las razones del vaciamiento demográfico de todo el oeste español, aunque el diseño de papeles históricos que asignó Cánovas del Castillo a los diferentes territorios de España fue la potenciación industrial y financiera para Cataluña, País Vasco y Madrid, y para el resto, campo, tierra y mano de obra barata. De aquellos barros, estos lodos.

Que Mañueco responda al problema de la despoblación en su Comunidad con un “hay más fallecimientos que nacimientos”, como si fuera inevitable, denota el arte de algunos políticos que han aprendido a dejarte ojiplático. Si su oferta electoral y solución estrella es el denominado cheque bebé… ¡Mae mía!

Que el tema de la despoblación haya entrado en campaña lo considero un acierto, aunque vamos tarde. Seguro que en las próximas elecciones en Extremadura será un tema sustantivo. Porque sin población, no hay empleo. Sin empleo no hay pensiones y sin todo ello, no hay fiscalidad. Sí, obviamente he hecho un razonamiento a lo “Mañueco”, pero yo no llevo gobernando 35 años una comunidad.

En Extremadura, en los cuarenta años de democracia, hemos perdido unos cinco mil habitantes y es el último tiempo de centrar el debate, porque si no se aprovecha la fuerza motriz financiera que llega de Europa, puede que definitivamente terminemos siendo la arcadia de cigüeñas y palomas. Nuestra evolución demográfica, en este periodo, da como resultado que Mérida es la única localidad que mantiene una subida lineal ascendente de población, incluso en la crisis de 2008 y durante la pandemia. Luego, muy parejo a esta, tenemos a Cáceres y Badajoz que sin duda absorben, aunque con fluctuaciones, población de otros pueblos extremeños. El efecto “capitalidad” conlleva la fortuna de superar el cuarenta por ciento de incremento de habitantes en las tres ciudades. Almendralejo supera también estos dígitos. En el caso de Don Benito, su incremento también es sistemático con una subida superior al treinta por ciento, que con la unión de Villanueva de la Serena se presenta en inmejorables condiciones como la cuarta ciudad de Extremadura. Zafra, consolida en ascenso su población. Y a partir de aquí, sería interesante una reflexión detenida sobre el resto de localidades para que no nos pase como a Castilla-León.

Como todo momento de tránsito, y este lo es de envergadura, se corre el peligro de quedar gente en el camino y Extremadura como Comunidad se la juega. ¡Anticipación! ¿Queremos o podemos seguir siendo un territorio con trescientos ochenta y ocho pueblos abiertos? ¿Entendemos que la inmigración es necesaria? ¿Qué alternativas hay para Navalmoral de la Mata cuando cierre la central nuclear? ¿Sigue siendo un problema en el campo pagar el SMI? ¿Cuáles son los compromisos reales del Gobierno central?… Según sean las respuestas a estas preguntas tendremos las claves de un futuro, que para que sea, pasa por nuestro esfuerzo colectivo y por el acompañamiento de medidas financieras del Estado.

Aunque dudo que la bronca nacional torticera de los fondos europeos no se extrapole a Extremadura, se debería hacer pedagogía política y social, con transparencia, favoreciendo los proyectos de territorio, donde sin duda, diputaciones y ayuntamientos deben tener su papel, para crear condiciones de equilibrio intraterritorial. Porque sin población, no hay empleo. Sin empleo con derechos no hay pensiones de calidad; sin todo ello, no hay fiscalidad. Y sin fiscalidad, no hay servicios.

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