domingo, 20 de febrero de 2022

Chiquilicuatres del foro


Aguirre y Gallardón, González y Granados, Cospedal y Soraya... Es el turno de Ayuso y Casado. En ningún caso hubo un vencedor y ahora, tampoco lo habrá, aunque lo parezca. Todas las organizaciones tienen su ADN y el PP ha ido telegrafiando a lo largo de los años una cultura esquilmadora, atrayente para hornadas de chiquilicuatres que pasan a controlar este partido. Decía Marx: "Hoy, todo lo que era sólido, se desvanece en el aire"No nos engañemos, Isabel Ayuso podría ser una notable influencers y Pablo Casado un delegado  afamado de curso, pero políticos, lo que se dice políticos, ni se acercan.  Les quitas su status institucional y orgánico, incluso los masters regalados y quedan en cutres chiquilicuatres del foro, crecidos a los pechos de Esperanza Aguirre, en su coro de ranas. Por no hablar de la cohorte de mediocres de la que se han rodeado como Egéa, Carromero o Tony Canto; todos ellos son unos buscavidas gracias al mascarón de proa del dinero público. Afortunadamente, Madrid no es España.

No es un conflicto de modelo, de diferencias ideológicas ni de programas. Ese es el problema; su falta de ideología de la que muchas veces hacen gala, proclamando que las ideologías son antiguallas del pasado. No es que defienda yo a Fraga, ni a Herrero de Miñón, pero gente como ellos sí la tenían y eso potenciaba una cohesión solida en su partido. Además, eran defensores de la fortaleza del Estado en el que creían, aunque fuese para limitarlo, democráticamente. Me sirve la reflexión del Nobel Paul Krugman, al acusar a los republicanos de los EEUU de hatajo de cínicos que intentan arrimarse al Estado para desmantelarlo, para explicar la misión de estas marionetas egocéntricas. Joaquín Bosch, en su libro “La patria en la cartera”, relata cómo la patología del robo institucional, atávicamente naturalizado a través de los tiempos, ha ido consolidándose sin aparente remedio de solución. Eso sí, justificándose más o menos, según la procedencia social o familiar. Que una práctica como favorecer a un familiar se destape por una cuita interna, de celos entre iguales, debe hacernos reflexionar sobre la escasez de regulación en el control de los fondos públicos, en algunos casos. Nuestro problema es que creen, tanto Isabel como Casado, en aquella máxima de Franco:  "haga como yo, no se metan en política" y terminan haciendo espionaje y tráfico de influencias.

Todo parece indicar que los hacedores del ruido, en su compulsiva obsesión por alimentarlo, no han calculado o no les ha importado los daños colaterales y colectivos. Son de principios, de formación y de lealtades muy líquidos y vaporosos. Sus mayores, aquellos que les catapultaron al estrellato, les han marcado en las últimas horas los límites, pero para su brote esquizoide de perdida de la realidad no hay farmacología posible y se cierra en falso.

El principio de Peter se cumple tanto para Isabel Ayuso como para Pablo Casado, alcanzado su máximo nivel de incompetencia.  Con la pandemia, ninguno de los dos ha hecho política con mayúsculas. Mal aconsejados por maniobreros, han desertizado el centro social al que dicen representar. Han confrontado mientras morían todos los días setecientas personas, han fomentado medidas populistas beneficiando a los nuevos bárbaros, convirtiendo el parlamento en un lodazal. Y todo ello para terminar sin responder a preguntas  muy fáciles de contestar: ¿El hermano de I. Ayuso hubiese podido hacer el negocio de las "mascarilla" de no haber sido quién es? ¿Pablo Casado hubiese tenido ese arranque de ética de no haber sido su opositora, la altiva Isabel? Al parecer, que la familia sea lo primero, justifica una bajada de pantalones. El viejo político, Andreotti , decía: “En política, hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Cuando no hay principios sólidos, ideología, altura de miras, vocación política como servicio, cuando no hay sustancia y el fácil ascenso jerárquico responde más a tacticismo que a proyectos colectivos, pasa lo que pasa en un patio de colegio. Como pasó con González y Granados, ninguno ha ganado, pero tendrá su coste. Los cuchillos están en el afilador.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Reforma laboral y pensiones en Extremadura

Seguro que todos coincidimos al afirmar que la formación, la tecnología o la innovación mejora la productividad. Pues la regulación laboral y las condiciones de trabajo, también. Si los salarios son muy bajos, las empresas no necesitan hacer previsiones de inversiones en estos capítulos para que sean más competitivas. Como ejemplo, vemos como las recientes subidas del SMI no muestran impacto negativo en el empleo. Recomiendo la lectura de Adrián Todolí, profesor de Derecho del Trabajo publicado recientemente: “De como los derechos laborales mejoran la economía”. Si los salarios bajos promoviesen la creación de empleo, Extremadura sería una referencia en España.

En términos territoriales, nuestra comunidad contaba con una temporalidad que en 2021 alcanzaba a más de cien mil asalariados-as; un treinta y uno por ciento. Personas que han ido sumando decenas de contratos laborales, en una carrera profesional ausente de derechos. Contratos de lunes a viernes, falsos autónomos, jornadas laborales por encima de las marcadas en convenio o indemnizaciones ridículas que nunca alcanzarían a aquellas que ahora tendrán con un contrato indefinido o fijo discontinuo. La descausalización de los contratos temporales facilitaban al empleador el sorteo de una tipología contractual de fijeza.

Mejores condiciones de trabajo correlaciona con mejores cotizaciones, mejores prestaciones por desempleo o pensiones. Así, el convenio de empresa ha dejado de tener una prevalencia sobre el sectorial como engañifa para devaluar los salarios, sean trabajadores indefinidos o temporales, donde el equilibrio negociador entre las partes se ha restablecido. La relación entre condiciones de trabajo y pensiones es bidireccional. Por esta razón, el acuerdo convalidado en el parlamento de una reforma laboral que actúe contra la temporalidad era necesaria para la sostenibilidad futura de las pensiones. La Reforma Laboral de Rajoy devaluó las condiciones salariales de las personas que trabajaban hasta límites insospechados y su objetivo estrella de acabar con la temporalidad ha sido un fiasco.  

En este nuevo contexto, la pensión media de las personas jubiladas extremeñas, que partía de 773 euros en 2018, avanza a los 902,79 euros. Esta cantidad, de haber persistido la revalorización de pensiones de Rajoy, no la hubiéramos alcanzado hasta el año 2030. Este recorte de rentas de nuestros mayores, en Extremadura, hubiesen sido de unos quinientos millones de euros al año, que ahora, con seguridad, van destinados a consumo para revertir una amenaza de exclusión social que desde 2014 a 2018 escaló del 13% al 18%. Por otro lado, no debemos olvidar que las personas que fuesen jubilándose en las próximas dos décadas, tendrían nuevos recortes en sus pensiones hasta alcanzar una reducción de un 25%, según ese concepto tramposo del Factor de Sostenibilidad.

Con estos dígitos no se entiende que el mayor partido de la oposición, siga amenazando, con volver a un sistema de pensiones que aplicó unilateralmente, intentando dinamitar el Pacto de Toledo, obviando el Dialogo Social, a la vez que volver a una reforma laboral salvaje que transfirió rentas del trabajo a las empresas, durante toda una década.

Sí, han sido acuerdos que se han trabajado en el marco del Diálogo Social y que por esa razón independientemente de las frustraciones de las partes, que siempre se dan en una negociación, abren una cultura alejada de la confrontación, en el que acordar y regular las condiciones laborales debe interpretarse como una mejora de la economía y de nuevas concertaciones sociales. Eso sí, volveremos a oír que las pensiones son insostenibles y que hay que volver a los límites de subida que marcaba el Partido Popular, con su famoso "factor de sostenibilidad" de una subida del 0,25%, aunque la inflación esté muy por encima. 

viernes, 4 de febrero de 2022

Extremadura, un reto demográfico


 

Nos perderíamos en la noche de los tiempos evaluando las razones del vaciamiento demográfico de todo el oeste español, aunque el diseño de papeles históricos que asignó Cánovas del Castillo a los diferentes territorios de España fue la potenciación industrial y financiera para Cataluña, País Vasco y Madrid, y para el resto, campo, tierra y mano de obra barata. De aquellos barros, estos lodos.

Que Mañueco responda al problema de la despoblación en su Comunidad con un “hay más fallecimientos que nacimientos”, como si fuera inevitable, denota el arte de algunos políticos que han aprendido a dejarte ojiplático. Si su oferta electoral y solución estrella es el denominado cheque bebé… ¡Mae mía!

Que el tema de la despoblación haya entrado en campaña lo considero un acierto, aunque vamos tarde. Seguro que en las próximas elecciones en Extremadura será un tema sustantivo. Porque sin población, no hay empleo. Sin empleo no hay pensiones y sin todo ello, no hay fiscalidad. Sí, obviamente he hecho un razonamiento a lo “Mañueco”, pero yo no llevo gobernando 35 años una comunidad.

En Extremadura, en los cuarenta años de democracia, hemos perdido unos cinco mil habitantes y es el último tiempo de centrar el debate, porque si no se aprovecha la fuerza motriz financiera que llega de Europa, puede que definitivamente terminemos siendo la arcadia de cigüeñas y palomas. Nuestra evolución demográfica, en este periodo, da como resultado que Mérida es la única localidad que mantiene una subida lineal ascendente de población, incluso en la crisis de 2008 y durante la pandemia. Luego, muy parejo a esta, tenemos a Cáceres y Badajoz que sin duda absorben, aunque con fluctuaciones, población de otros pueblos extremeños. El efecto “capitalidad” conlleva la fortuna de superar el cuarenta por ciento de incremento de habitantes en las tres ciudades. Almendralejo supera también estos dígitos. En el caso de Don Benito, su incremento también es sistemático con una subida superior al treinta por ciento, que con la unión de Villanueva de la Serena se presenta en inmejorables condiciones como la cuarta ciudad de Extremadura. Zafra, consolida en ascenso su población. Y a partir de aquí, sería interesante una reflexión detenida sobre el resto de localidades para que no nos pase como a Castilla-León.

Como todo momento de tránsito, y este lo es de envergadura, se corre el peligro de quedar gente en el camino y Extremadura como Comunidad se la juega. ¡Anticipación! ¿Queremos o podemos seguir siendo un territorio con trescientos ochenta y ocho pueblos abiertos? ¿Entendemos que la inmigración es necesaria? ¿Qué alternativas hay para Navalmoral de la Mata cuando cierre la central nuclear? ¿Sigue siendo un problema en el campo pagar el SMI? ¿Cuáles son los compromisos reales del Gobierno central?… Según sean las respuestas a estas preguntas tendremos las claves de un futuro, que para que sea, pasa por nuestro esfuerzo colectivo y por el acompañamiento de medidas financieras del Estado.

Aunque dudo que la bronca nacional torticera de los fondos europeos no se extrapole a Extremadura, se debería hacer pedagogía política y social, con transparencia, favoreciendo los proyectos de territorio, donde sin duda, diputaciones y ayuntamientos deben tener su papel, para crear condiciones de equilibrio intraterritorial. Porque sin población, no hay empleo. Sin empleo con derechos no hay pensiones de calidad; sin todo ello, no hay fiscalidad. Y sin fiscalidad, no hay servicios.