domingo, 6 de marzo de 2022

¿Qué se rinda Ucrania?



Las desgracias nunca vienen solas, pero haríamos mal si diésemos una explicación azarosa a la sucesión de estas. La ley de la dinámica de Newton: principio de acción y reacción, nos ayudaría a entender las causas y consecuencias de las últimas crisis globales: hipotecas subprime, pandemia, cambio climático e invasiones de Irak y Rusia por enumerar las más trágicas, evaluadas desde distintas perspectivas según intereses geopolíticos o de clase, pero con culpables objetivos.  Crisis de carácter internacional que necesitan de respuestas tangibles y comprometidas, alejadas de  soluciones mágicas, donde la rendición de un pueblo invadido no puede ser la solución.

Que Rusia ha cometido una violación de la Carta de la ONU, que prohibe el uso de la fuerza contra la integridad de un Estado, debe ser una verdad no sometida a manipulaciones; de la misma manera que los EEUU agredieron a Irak de forma ilegal e ilegitima. Justificar unas agresiones y criminalizar las contrarias es una trampa que nos lleva a una sistemática desestabilización del planeta. Rusia no puede justificar la invasión a Ucrania, de la misma forma que EEUU no lo puede hacer con Irak, Libia o Siria. Los agredidos de una y otra parte merecen el mismo tipo de ayuda ante una agresión y el desequilibrio actual no nos debe enredar en lo que debemos hacer, aquí y ahora, con los ucranianos, sin caer en la criminalización, por oposición, del pueblo ruso. Una hipocresía más sería asumir los daños colaterales de los refugiados de unas latitudes, mientras obviamos a los otros. La legítima defensa hay que proclamarla para todos: hoy para los ucranianos y ayer o mañana para los palestinos o saharauis. ¿A un pueblo invadido, le podemos pedir que se rinda?

Al sector conservador hay que exigirle menos fariseismo y a una parte de la izquierda menos papanatismo. A estas alturas, centrar la salida a la crisis ruso-ucraniana en la diplomacia es un acto de fe impropio de la izquierda. EEUU viene trabajando desde la presidencia de Bush en la oferta peligrosa de integrar a Ucrania en la OTAN, Putin activando cualquier movimiento desestabilizador populista; Bolsonaro, Orbán, Salvini, Le Pen, Abascal, mientras la UE ha estado fuera de juego. Creo que llegamos tarde. Hegel decía que los hechos y personajes de la historia se repiten dos veces y Marx le complementó añadiendo que una vez como tragedia y otra como farsa. Repetir en estos momentos la política de Léon Blum con su opción diplomática de no intervención en el enfrentamiento bélico propiciado por el golpe de estado en España,  sería un acto de cobardía. Si recordamos la estrategia fallida de Chamberlain con su entreguismo diplomático a la Alemania de Hitler, solo sirvió para que él ganara tiempo.

La resultante, de cualquiera de las formas, es que Europa pierde. El aumento de presupuestos armamentísticos cuando la recuperación nos exige atención a la salud, al medio ambiente o la transición digital, el encarecimiento del gas y su repercusión inflacionaria en nuestras vidas, junto a los riesgos nucleares propiciados por un dictador conforman el cóctel de daños que, aún con todo, nada tiene que ver con la tragedia que viven los ucranianos. Que sepamos quién va a obtener los mejores réditos de esta barbarie y quienes seremos los paganos de una estrategia geopolítica, no debe ser una justificación para obviar nuestra responsabilidad humanitaria de ayuda integral hacia un país soberano. En el horizonte, las grandes multinacionales estadounidenses, el poder silencioso de los chinos tienen asegurado los beneficios cuantiosos del gas, de los graneros y del desarrollo armamentístico. Cuando muchos nos preguntábamos para qué servía la OTAN, nos arroya la invasión rusa poniéndoselo fácil a sus defensores.  ¡Necesitamos más Europa!