miércoles, 28 de septiembre de 2022

Nación y Estado



En una entrevista en la Cadena Ser al erudito lingüista Chomsky, afirma que “Reagan y Thatcher entendieron muy bien que cuando vas a librar una guerra de clases militante, tienes que destruir las instituciones que permiten a la gente estar protegida”. No hay nadie con más conciencia de clase que los ricos. Expresión del marxismo en toda su excelencia.

En la crisis de las subprime, cuando el capitalismo salvaje hacía un nuevo intento de superar sus contradicciones haciendo que los desfavorecidos pagaran sus consecuencias, el capitalista Warren Buffett decía que “había una lucha de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que hace la guerra y estamos ganando”. Para que luego digan que el marxismo ha muerto.

Todo esto viene a cuento de contextualizar la supresión del impuesto de patrimonio, que no deja de ser la estrategia de los de siempre; los esquilmadores compulsivos de lo público, de aquellos que solo quieren el estado para acabar con él. Cuando oigas que el dinero debe estar en tu bolsillo y no en el estado, debes ponerte a temblar si no eres de la clase de los ricos. Lo que ocultan decir es que para que va a estar el dinero en las arcas públicas si lo suyo es que esté en “sus manos”.

Su relato es tan simple y tan obsceno que solo es tapado por el ruido del miedo y la tragedia que ellos mismos generan. Son los mismos que dicen que las ideologías no existen, las clases sociales tampoco y que solo nos salvamos si hay patria. Se olvidan del Estado; o mejor dicho, quieren liquidarlo por inanición. Como si tú o yo, hubiésemos llegado a ser algo única y exclusivamente solo por nuestro esfuerzo. Hay que recordar los programas y medidas complementarias para facilitar ese ascenso social o nos creemos esa estafa positivista thatcheriana que si te mueres de hambre es porque eres un patán…

La clase social determina tus oportunidades, tus estímulos y tu educación. Y claro que hay conflicto de clases y luchas que se evidencian en el día a día. Luchas que pretenden ser disimuladas y obviadas poniendo el acento en la simplificación de una emoción para favorecer el engaño al que tiene menos oportunidades, menos estímulos y menos formación. Por ello, pretenden dormirnos con pertenencias a grupos de exaltación, como por ejemplo el de la Nación.

Sí, estoy hablando de la derecha; de esos que gatean por las paredes para no perder sus privilegios. Pretenden igualarnos en un sentimiento patriótico para evitar solucionar el conflicto que genera las diferencias de clase. Son dados a la literatura barata en prosa o en poesía. Les basta con inflacionar los balcones de banderas o en sus muñecas fachipijas. La Nación como una excusa para compartir una emoción sin costes dinerarios. La izquierda, afortunadamente, salvo cuando se despista reproduciendo relatos neoliberales, pone la solidez en la concreción de la Nación, haciendo Estado. Y aquí es donde comienza la ideología, la ubicación de izquierdas y derechas, subir o bajar impuestos para la redistribución de la riqueza o el “sálvese quien pueda”.

La madre del cordero está en la progresividad fiscal; donde paga el que más tiene. ¿Para qué queremos una nación sin estado con servicios públicos de calidad? ¿Estos neocons, quieren contrato social o quieren conflicto permanente? El Estado se forja con impuestos y no con dinero en unos cuantos bolsillos. ¡Son matemáticas, estúpidos! A los valores de justicia, equidad y solidaridad hay que ponerle unidades seguida de ceros. Una nación sin estado es una farsa. Para la derecha, basta con la engañifa de la exaltación de la patria, aunque a la ciudadanía se les niegue el trabajo digno, la sanidad, la educación o la luz. Si hay poco o mucho equilibrio social es a pesar de la derecha.

El patetismo de suprimir el impuesto de patrimonio para rentas superiores a los setecientos mil euros no deja de ser un nuevo insulto añadido a sus amnistías fiscales a los defraudadores o a las becas para rentas que superen los ciento veinte mil euros. Son esos patriotas que rompen la unidad de España en una escalada de a ver quién rebaja más impuestos a los de siempre.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Feijóo: insolvencia o mala fe

 


Los insolventes suelen querer acariciar sus objetivos con mala fe. Si fuese cuestión de capacidad lo harían con empatía. A estas alturas, negar la eficacia de propuestas de nuestro Gobierno en Europa solo puede defenderse desde el "hooliganismo". Propuestas sobre la mutualización de la deuda y su traducción en fondos europeos de resiliencia o la excepcionalidad de isla energética para España y Portugal; que en solo un trimestre ha ahorrado a los bolsillos españoles unos dos mil trecientos millones de euros, son hitos que se han convertido en un nuevo modelo de cómo confrontar con una crisis. Es justo recordar la inquina e irresponsabilidad que mostraron tanto Casado como Feijóo en un combate incomprensible frente a las propuestas de Pedro Sánchez. El desprestigio anterior de España, evaluado como país PIGS -Cerdo-, en relación a la crisis del 2008, se ha transformado en referencial e innovador para sortear los peligros de una nueva recesión, de una forma más inteligente y social. 

La Presidenta de la C.E. y correlegionaria de Feijóo en Europa ha manifestado que las empresas energéticas y bancarias se están aprovechando de la crisis y por ellos se les debe aplicar una tasa temporal para que reviertan una porción de sus beneficios extraordinarios en la parte de la sociedad más afectada por el incremento de precios.

La Banca en España obtuvo en el año 2021 más de veinte mil millones de beneficios. En este año, como consecuencia de la subida de tipos de interés y de las hipotecas, sus ganancias aumentarán considerablemente. Esta Banca es la misma que durante el gobierno de Rajoy obtuvo del erario público más de sesenta mil millones de euros; dineros de los cuales el Sr.Guindo nos recordaba que sería devuelto hasta el último euro. Pues bien, no solo no son corresponsables con la situación actual sino que trasladan más malestar haciendo una defensa numantina de sus privilegios. A la vez, los argumentos de los voceros de estos sectores son amenazantes sobre las posibles consecuencias de oferta crediticia y perdida de empleo, como si el ajuste de plantilla no lo hubieran hecho ya,  amplificadas por opciones políticas que las sitúa en un fotograma psicopático.

Con sentido común, Úrsula Von der Leyen, en representación de Europa, asume la estrategia española en materia energética y de lucha contra la inflación, anunciando que se recaudará con esta tasa temporal ciento cuarenta mil millones de euros. La sucesión de riesgos contraídos por la pandemia más la guerra de Ucrania ha favorecido un colapso global económico provocando una inflación desatada debida a estos desajustes y al ansia especulativa de sectores económicos que han visto la oportunidad de incrementar exponecialmente sus beneficios. Es decir, una inflación que nada tiene que ver con la demanda como consecuencia de subidas salariales, que no se han producido, y sí por el alza de costos de forma autónoma e interesada. Por eso, da vergüenza ajena escuchar voces de la CEOE y del PP, cuestionando la oportunidad de subir el SMI o establecer cláusulas de revisión salarial para evitar redoblar los esfuerzos de la clase que trabaja y se esfuerza.

No es extraño que la patronal y la derecha se vean inquietos ante un posible Pacto de Renta. No lo necesitan,  porque la parte de los más desfavorecido ya la está haciendo por la vía de la contención salarial mientras los precios no dejan de subir. Por eso, suntantivizar la Responsabilidad Social de las empresas es reclamar puro intervencionismo para unos desatados comilitones de la derecha que nos dijeron hace poco que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. 

En este contexto y entre bambalinas, mientras todo esto ocurre, además de tratar de gestionar con medidas sociales una sucesión de pesadillas, el Gobierno tiene que dar salida de forma tranquila pero constitucional a una deriva del CGPJ para que la derecha ultramontana no consiga cerrar su tormenta perfecta de confrontación, ruido, conflicto, cloacas, negacionismo político, periodismo comprado... que se aproxima a una especie de golpismo trumpista. La confluencia de variables que Hannah Arendt definía como “todo orden totalitario viene precedido por una alianza entre élites y chusma”.

        


viernes, 9 de septiembre de 2022

Landero y la palabra

 


Landero, en su obra “Una historia ridícula”, dice que él nunca tuvo el sentimiento de escribir esta novela, delegando en Marcial el protagonismo de todo lo que nos relata. Un hombre, que podría ser cualquiera de nosotros, de los miles de españoles que elaboramos sueños, dando tumbos, gateando por las paredes como cualquier alma extraviada, a veces con pretensiones estrafalarias, porque es difícil poder con la propia vida, concluyendo que “Entre que llega y no llega la muerte, algo habrá que ir haciendo con la vida”. Ya les digo que este Marcial podríamos ser cada uno de nosotros.

En el Teatro Romano de Mérida, también Landero dejó hablar a Marcial que lo hacía por boca de todos los anónimos hombres que vamos sorteando los obstáculos de nuestras cansadas biografías, con mejor o peor suerte, dependiendo de azares y pertenencia a familias, evitando caer en el extravío, para ir por derecho al epicentro de la historia, como lo hizo uno de nosotros como Marcial. Desde este lejano Oeste, “a cuantos políticos y mandamases les corresponda responsabilidad en este desafuero y esta afrenta, les digo queridos políticos; iréis de cabeza al infierno”. ¿Cómo poder enfadarse con este mestizo lusitano, talento exportado por culpa de una historia fallida de determinados políticos a lo largo de estos últimos siglos?

Landero nos enseñó lo que significa la palabra “jeito”; otra bella expresión y qué amplio su concepto. Con gusto y con pasión construir de un modo apasionado nuestro día a día. Tal y como él lo hace al escribir, volcando sobre su pluma emociones universales de todo aquél que tuvo que partir de su pueblo, Alburquerque o de Plasencia, que es el mío. La mayoría de las veces, abandonando y perdiendo el paraíso al que ya nunca más volvimos, convirtiéndose en un imaginario eterno de lo ampliamente  vivido que fuimos entonces. Luis, como todos los entretenidos en escribir buena literatura termina distraído en la observación permanente de la naturaleza de las cosas y pone nombres para entenderla. Y solo hay que estar atento a su palabra; y exprimirla como limones sobre la rica agua de nuestros manantiales.

Como verso libre porque la edad, afortunadamente, nos desata la lengua, tuvo a bien zaherir ayer las conciencias. Su matización inicial sobre "una mayoría de políticos", le salva de una generalización sobre ellos que a mí me hubiese parecido excesiva. “A cuantos políticos les corresponda”. ¡Por favor, escuchen! y no se extravíen como Marcial con su vida. Son palabras que lleva cada puntada con su correspondiente hilo. Y si te picas, te rascas.

Solo un pequeño “pero”. Sobre los adjetivos de “perezosos, bebedores, puteros, codiciosos, serviles, cobardes o descreídos”, faltó el epíteto de delincuente o corrupto. Bien es verdad, que en todas las casas cuecen habas: Reyes, periodistas, juristas, policías, médicos, enfermeros o maestros. Si yo fuera político, puede que me hubiese resultado molesto esa supuesta generalización que no lo fue. Que yo sea un Marcial cualquiera no significa que no alcance a diferenciar en mi tierra de aquél político que trajo importante financiación para estrechar distancias en nuestro lejano oeste, de aquel que utilizaba el avión con el hurto sucesivos de pasajes. Nunca el árbol debe dejarnos sin ver el bosque. 

Posiblemente hubiera tenido que afinar en la tipología de políticos pero hubiese perdido eficacia el gancho. Como un Marcial cualquiera podemos quedarnos con aquello de “todos los políticos son iguales”; costumbre muy dada entre aquellos que no participan de los valores de la democracia o de infantilizados opinadores.

Les dejo con un soneto de un maravilloso lenguaraz como Don Francisco de Quevedo: “Que quien el corazón  tuvo en la boca, tal boca siente en él, que solo dice: En pena de que hablé, callando muero”. Que los jabones a los poderes públicos de los eruditos, estudiosos, pensadores o filósofos sean un desierto en los trescientos sesenta y cinco días de Extremadura. Que "Nuestras voces, se alzan..."