sábado, 28 de enero de 2023

Relato de malos días



Hace unos días que vengo observando que me desaparecen cosas del interior de mi coche. Lo achaco a mi despiste personal. Suelo perder llaves que encuentro pasado un tiempo, extraviar un libro que aparece en casa de algún amigo... Hasta que hace unos días, al ir a abrir el vehículo, observo que se ha cerrado automáticamente con las llaves dentro. Busco el otro juego de llaves y no aparecen por ninguna parte. Tengo que abrirlo porque tengo unos documentos en su interior y urge su gestión en el día.

Opto por llamar a la grúa para ver si pueden abrir el coche. No hay manera. -¿Rompemos el cristal? -¡Hombre, siempre tendremos tiempo! Asumo disciplinadamente el reto. Traslado a un taller al que no se le resiste una puerta. Nada. ¡Rompemos el cristal! En ese momento, recibo una llamada telefónica: -A mamá, le ha explotado la olla en la cocina pero a ella no le ha pasado nada. Me dirijo a casa de mi madre a toda velocidad, mientras anticipo el destrozo producido. Abro la puerta y mi madre está tranquila. Entro en la cocina y asisto a la visión dantesca de toda una garbanzada expandida por las paredes y por el mueble cocina. La campana ha volado, la tapa doblada como un libro, acelgas aquí, zanahorias allá... Un estallido universal de restos culinarios que avisan de lo que podría haber sido. Hay solución. Llamada al seguro, nueva vitrocerámica, limpieza y pintura...

El día ha pasado, pero sigo conmocionado por el aviso a primera hora de la mañana de la muerte del hijo de un querido amigo mío. Me acerco a su dolor y comparto su ira. Me duermo pensando en cómo el azar o la mala suerte va repartiendo la pena y el llanto. 

Creo en sueños que alguien llama a la puerta. Vuelvo a oír un timbre y no es un sueño. Son las tres de la mañana y me apresuro. Algo ha pasado. Al abrir la puerta, veo a dos policías locales que me preguntan por mi hijo y me acuerdo de mi amigo. ¡Me acelero, emocionalmente! Cuando todo se aclara, me dicen que me han robado el coche y que la Guardia Civil lo tiene localizado en Malpartida. Las llaves han aparecido en el encendido del vehículo, junto a otras llaves de mi casa y el garaje. Al parecer tres muchachos al salir de una discoteca llevaban la rueda derecha pinchada, han encendido las luces intermitentes y la benemérita, que lo ha observado, ha salido tras el coche. Debieron asustarse, saliendo a la cuneta y huyendo campo a través.

Me traslado a Malpartida e imagino que me encontraré un coche estampado. Suerte. Tan solo un reventón de la rueda. Dos guardias civiles, que han recuperado el automóvil, muy empáticamente me explican el suceso. Llamamos a la misma grúa del día anterior. 

La noche es muy fría y nos cubre la niebla. Larga charla con los agentes hasta que hacemos el traslado. ¡Qué buena gente! Hablamos de todo; de su discriminación salarial, de Pablo Iglesias, de los déficits del norte extremeño en casi todo... ¡Me alegro de tener estos servicios públicos! Más tarde, a las siete de la mañana, denuncia en la policía nacional y se repite la sensación de amparo.

Amanece y uno tiene la sensación de haber recuperado el control. Tan solo tengo que reparar el coche, llamar al seguro, cambiar los bombines de las cerraduras, arreglar el cristal de la ventanilla, hacer una ampliación de denuncia...

Me sigo acordando de mi amigo y de su inevitable soledad. El dolor ajeno nos enseña a relativizar y a humanizarnos.

Caigo rendido en la cama. Al día siguiente tengo una reunión sindical en Mérida. Salgo con la intención de ir despacio por las curvas del Tajo para retomar la normalidad.  Una llamada cuando estoy en marcha y milagrosamente contesto. Una voz amiga me informa que mi madre se ha caído y está sola en casa. Doy media vuelta y cuando llego a casa de mi madre me encuentro decenas de curiosos, dos camiones de bomberos, una furgoneta de la policía nacional y una ambulancia del 112. Han entrado por una ventana y comienzo a creer que Murphi existe como personaje malévolo. Todo es manifiestamente empeorable. Directos a la residencia; operación y una nueva Odisea. En Plasencia no hay una sola cama sociosanitaria y la trabajadora social me ofrece una en Trujillo. Los Servicios Públicos se sostienen gracias a sus trabajadores y trabajadoras. Se notan los años de austericidio y recortes. Mi agradecimiento a todos ellos. 

Pero sigo pensando en mi amigo. Un abrazo sostenido nos ha reconfortado. Nos susurramos a los oídos palabras reparadoras, sinceras y de la misma forma que muchas veces reímos, hoy lloramos juntos su irreparable perdida. El dolor del otro siempre humaniza.     

domingo, 8 de enero de 2023

Otra Plasencia es posible



Decía mi padre que “Predicar en desierto era un sermón perdido”, pero Plasencia y el Norte de Extremadura no es un desierto, y habrá que ser persistentes para ser oídos. Los que debían de haber sido impulsores, críticos o innovadores  se han convertido en vendedores patéticos de humo o caciques del voto cautivo. Un colectivo de personas en torno a Manifiesto X Plasencia ha salido a la palestra pública y será un contrapeso a la mercadotecnia política instalada en la ciudad. 

No pretendo ser aspirante a oráculo de verdades absolutas pero hay realidades que hacen bramar. Decía el recordado Manuel Vázquez Montalbán: “No hay verdades únicas, ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas”. Pues desde MxP, hablaremos de verdades posibles, de evidencias y de lucha. 

A Plasencia hay que darle una medio vuelta de ciento ochenta grados. Y no voy a hablar de la autovía a Monfortiño, ni de la estación de alta velocidad, ni de la plataforma logística, ni de la Avda. Martín Palomino; que es el nombre de un procurador en las cortes franquistas. ¿Qué tal si la llamamos Avda. Inés de Suárez?. Por qué no empezar a hablar del Puente que cruce el río Jerte desde la N-110, a la altura del Espartal en la carretera del Valle con vía de conexión a la A-66. Salida necesaria para toda la población del Valle del Jerte y descongestión del puente Adolfo Suárez. 

Que la figura del Personero del Común figure en nuestro Estatuto de Autonomía, dotada de autonomía orgánica, funcional y presupuestaria en el artículo 48, que su ubicación esté fijada en Plasencia y que ni esté creada, ni dotada, ni ubicada en nuestra ciudad no puede confundirse con que su reclamación sea una petición a los Reyes de Oriente. 

Que tengamos un Palacio de Congresos, sin congresos, nos llevará a la reflexión lógica de la necesidad de crear una Oficina de Ferias y Congresos, con una agenda ferial, con recursos humanos y técnicos que multipliquen una inversión inicial necesaria, no excesivamente costosa para sus réditos en todo el Norte de Extremadura.  ¿Pero es que nadie se da cuenta de que Plasencia es una encrucijada de caminos entre Madrid y Lisboa? Puede que se quiera obviar, interesadamente. 

Que el Hospital de Plasencia, como referente en todo el Norte de Extremadura, tras la crisis de 2012 y todas sus medidas austericidas de recortes sanitarios y tras un Covid devastador, necesite una reorganización para dotarle de nuevos servicios y plantilla; nuevas especialidades, docencia para un numero superior de MIR, Unidad de Cuidados Intensivos y Reanimación, Hospital de Día, Administración y Gestión, aumento de camas hospitalarias, construcción de nuevos aparcamientos, debe entenderse como haber aprendido algo del pasado reciente.  

Que sea necesaria una mayor especialización del Sector de Hostelería, Restauración y Turismo y que podamos ser referencia en la formación profesional en este sector con un Centro Integrado en el IES Santa Barbara y una oferta formativa para estudiantes, trabajadores ocupados y desempleados, será señal de cualificación y especialización en un sector, aunque para una mayor diversificación productiva necesitemos la apertura de una delegación de Avante como dinamizador de un tejido productivo plural y más industrializado en Plasencia y Comarcas. 

Para trabajar por otra Plasencia posible, el 11 de enero, en Las Claras, a través de Manifiesto X Plasencia, gente de la calle con experiencia, una treintena de empresarios, comerciantes, profesores de la enseñanza y de la Universidad, trabajadores de la administración pública y del sector sanitario, expertos en sostenibilidad o deportes..., seguiremos avanzando en la concreción de medidas vitales para recuperar Plasencia. Propuestas que no hemos oído reclamar nunca a un Ayuntamiento sin rumbo. Y mira que ha tenido tiempo. Otra Plasencia es posible.