martes, 23 de enero de 2024

Sr. Puente y el Ruta de la Plata




El Sr. Ministro tiene toda la razón cuando dice que el “Ruta de la Plata” está muy verde. Otra cosa es que su opinión pretenda ser preventiva para seguir dilatando una reapertura estratégica y necesaria. La puesta en marcha de la línea “Plasencia-Astorga”, ha dejado de ser una mítica reivindicación romántica, para ser el núcleo gordiano de la recuperación de la otra España; la que cerró estaciones y trenes para volcar recursos en las cercanías del denominado arco mediterráneo.

El Gobierno de coalición, con buen criterio, viene proponiendo un cambio de patrón productivo, más sostenible y en lucha para combatir el cambio climático, propiciando el ferrocarril, frente a la carretera. Es más, ha sido sensible al apostar teóricamente por la España Vaciada. Sería una contradicción no posibilitar que esta línea del oeste español siga siendo el cuarto oscuro de España. La asimetría entre Mediterráneo y Atlántico no puede perpetuarse ni primarse. Aquí está el vital eje de equidad que nos iguala como españoles y no otras milongas.

El informe de viabilidad, recientemente licitado, cuya entrega está fechada para dentro de dos años, aunque necesario, no puede ser una táctica de distracción para llevarnos al 2050 sin compromiso alguno. El Ministro, Oscar Puente, al referirse a la “racionalidad” que finalmente debe acompañar a una decisión como la de que el “Ruta de la Plata” forme  parte de la Red Básica Europea, tiene toda la razón. Los extremeños, andaluces, castellanos, gallegos y asturianos, las tenemos de todo tipo: razones sociales, económicas, históricas, constitucionales y de sostenibilidad, para más de cinco millones de habitantes. No podemos seguir supeditados al colapso radial que supone Madrid.

Ahora y no mañana, es el momento. En una época de transición medio ambiental, a través de los fondos europeos, la administración central tiene que mostrar un compromiso inequívoco para reequilibrar el país desde el punto de vista demográfico y productivo.

La construcción ferroviaria de la linea “Plasencia-Astorga”, no tiene dificultades orográficas para ser abierta de nuevo. Su cierre fue un error histórico que no debe repetirse por el actual gobierno. El Gobierno PSOE-SUMAR, queda obligados a instar a la Unión Europea a que la Ruta de la Plata forme parte de su Red Básica; complemento esencial en el Corredor Atlántico, para que la puesta en marcha de la misma esté en funcionamiento antes de 2040.

El movimiento que resurge en defensa del “Ruta de la Plata”, no debe servir para una nueva confrontación partidista. En la pasada movilización del 21 de enero, a este llamamiento acudieron personas de derechas, de izquierdas y medio pensionistas. El PSOE y el PP tienen que echarse poco en cara y por tanto no deben caer en el error de patrimonializar una demanda que es una deuda histórica. Tan solo recordar a la exministra de Fomento, Ana Pastor, en su Plan de Infraestructuras 2012-2024, donde ni tan siquiera aparecía un informe técnico de la Reapertura. Con esto, queda dicho todo.

Hágase el estudio de viabilidad y se verá que el coste es inferior al rescate económico, y que el tráfico norte-sur, aprovechando nuestra cercanía con la raya portuguesa es fundamental para la suma de territorios que viene sufriendo la descapitalación de su talento, recursos y capacidades.

La reapertura del Ruta de la Plata es coherente con lo objetivos del “Pacto Verde Europeo” y la estrategia de la Comisión Europea, “El Libro Blanco sobre el futuro de Europa”, pretende que el 30% de transporte por carretera en distancias superiores a 300 kilometros pase al ferrocarril, reclama la coherencia.  Esto es descarbonización y “pura racionalidad”,  el resto es pura entelequia, Sr. Ministro.   

sábado, 6 de enero de 2024

España puede ser

 


Con el grito de “Viva las caenas”, se puso fin al trienio liberal de Riego y a renglón seguido el obispo de Jaén, celebró un Te Deum por la captura del capitán general. Vuelta al absolutismo y otro paso atrás en la modernización de las instituciones en España y ya solo es un nombre que se usa como la alfombra para ocultar privilegios. Riego ha sido ahorcado, y fusilado luego Torrijos. En la pintura de Antonio Gisbert, asido de la mano por el venerable Fernández Golfín; uno de los extremeños de aquella Constitución, se intuye la dignidad de un hombre progresista que murió gritando, ¡Viva La libertad!

Aquellas ideas del extremeño Muñoz Torrero en las Cortes de Cádiz de 1812, arengando sobre el fin de la Santa Inquisición, el principio de la sociedad civil, la justicia y la libertad de prensa, afirmando que la soberanía residía en las Cortes y en la división de los tres poderes, daban el portazo al absolutismo monárquico en la Constitución de “La Pepa”. Otro extremeño ilustre como Antonio Oliveros afirmaba que la censura de la imprenta era contraria a la propagación de las luces. El siglo XIX nos trajo uno de los más violentos de su historia: guerras de sucesión, golpes de estado, intentonas, sublevaciones, asonadas, rebeliones cantonales… Privilegios de la nobleza o de la iglesia disfrazados de valores. ¡Por Dios, por la Patria y el Rey!

Era la pulsión de España, también la de ahora, la España de los mitos, creencias atávicas y privilegios de una nobleza rancia, contra aquella otra liberal, moderna e ilustrada. Son las dos Españas de las que hablaba Machado: “Ya hay un español que quiere vivir a vivir empieza. Entre una España que muere y otra España que bosteza”. La España de la prosa que trabaja y revienta, la otra España; la de la lírica de las banderas y la épica de las batallas y las pistolas.

España es una anomalía; pensadores y poetas sin ejército, y batallones de ignorantes sacralizando el despotismo.

A una revolución liberal, le sigue una absolutista y vuelta a empezar. Tiempos de desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, de las denominadas manos muertas que financiaron más guerras entre isabelinos y carlistas. Tiempos de monarquías de reyes felones o liberales aunque corruptas. De moderados y progresistas, de militares como Narváez y Espartero. De bienios progresitas decepcionantes que no arriesgan en las respuestas sociales. Tiempos de organizaciones obreras reprimidas y prohibidas. Retorica revolucionaria pero sin revolución social. Siempre la Iglesia y la Nobleza de por medio. Tiempos de cambios constitucionales en un juego de trileros para que nada cambie.
Un sexenio democrático –1868-1874– sin Borbones, como paso intermedio a la I República; la de la abolición de la muerte, la del proyecto de Constitución federal de la República Española fracasada que nos devuelve a los Borbones y así otra vez a la anomalía de España. Y comienza el periodo de la Restauración, pomposo título de nefasto resultado. Vuelta a la oligarquía y cacicato, al turnismo de partidos funcionariales, al centralismo de Madrid, al poder de la Santa Madre Iglesia. Mientras, las ideas de la Revolución Francesa y el pragmatismo de la Revolución Industrial pasaban de largo.

Perdida de las colonias, la generación del 98 como síntoma de la decadencia en España, dos huevos duros más con el Desastre de Annual y Alfonso XIII dedicado a la producción de películas porno y una ocasión perdida con la II República: reforma agraria, leyes laborales, educación igualitaria y estado laico. Fue como un sueño imposible, mucho más de lo que un país de caciques, aunque santurrón y mojigato estaba dispuesto a asumir. Militares y salvapatrias que nos adentran en la noche de los tiempos, pasando por Franco, Tejero y leyes mordazas.

Cuarenta y siete años después, arrastrando el lastre de fuerzas vivas de la corrupción, una derecha montaraz, beatos reaccionarios, caníbales de la memoria, brazos armados de la sin razón, palmeros incultos o pagados, España quiere ser. Desde aquel “Viva las cadenas”, no nos cansamos de arañar unos metros de modernidad y justicia, poco a poco, a pesar de una banda organizada de “constitucionalistas” que la profanan, golpistas mediáticos, propagadores del silencio, gamberros institucionales… Como Gil de Biedma decía: “A menudo he pensado en esos hombres, a menudo he pensado en la pobreza de este país de todos los demonios. Y a menudo he pensado en otra historia distinta y menos triste; en otra España, en donde ya no cuenten los demonios. Pido que España expulse a esos demonios”. ¡España puede ser!

viernes, 5 de enero de 2024

Nación y Estado

 


En una entrevista en la Cadena Ser al erudito lingüista Chomsky, afirma que “Reagan y Thatcher entendieron muy bien que cuando vas a librar una guerra de clases militante, tienes que destruir las instituciones que permiten a la gente estar protegida”. No hay nadie con más conciencia de clase que los ricos. Expresión del marxismo en toda su excelencia.

En la crisis de las subprime, cuando el capitalismo salvaje hacía un nuevo intento de superar sus contradicciones haciendo que los desfavorecidos pagaran sus consecuencias, el capitalista Warren Buffett decía que “había una lucha de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que hace la guerra y estamos ganando”. Para que luego digan que el marxismo ha muerto.

Todo esto viene a cuento de contextualizar la supresión del impuesto de sucesión, que no deja de ser la estrategia de los de siempre; los esquilmadores compulsivos de lo público, de aquellos que solo quieren el estado para acabar con él. Cuando oigas que el dinero debe estar en tu bolsillo y no en el estado, debes ponerte a temblar si no eres de la clase de los ricos. Lo que ocultan decir es que para que va a estar el dinero en las arcas públicas si lo suyo es que esté en “sus manos”.

Su relato es tan simple y tan obsceno que solo es tapado por el ruido del miedo y la tragedia que ellos mismos generan. Son los mismos que dicen que las ideologías no existen, las clases sociales tampoco y que solo nos salvamos si hay patria. Se olvidan del Estado; o mejor dicho, quieren liquidarlo por inanición. Como si tú o yo, hubiésemos llegado a ser algo única y exclusivamente solo por nuestro esfuerzo. Hay que recordar los programas y medidas complementarias para facilitar ese ascenso social o nos creemos esa estafa positivista thatcheriana que si te mueres de hambre es porque eres un patán…

La clase social determina tus oportunidades, tus estímulos y tu educación. Y claro que hay conflicto de clases y luchas que se evidencian en el día a día. Luchas que pretenden ser disimuladas y obviadas poniendo el acento en la simplificación de una emoción para favorecer el engaño del que tiene menos oportunidades, menos estímulos y menos formación. Por ello, pretenden dormirnos con pertenencias a grupos de exaltación, como por ejemplo el de la Nación.

Sí, estoy hablando de la derecha; de esos que gatean por las paredes para no perder sus privilegios. Pretenden igualarnos en un sentimiento patriótico para evitar solucionar el conflicto que genera las diferencias de clase. Son dados a la literatura barata en prosa o en poesía. Les basta con inflacionar los balcones de banderas o en sus muñecas. La Nación como una excusa para compartir una emoción sin costes dinerarios. La izquierda, afortunadamente, salvo cuando se despista reproduciendo relatos neoliberales, pone la solidez en la concreción de la Nación, haciendo Estado. Y aquí es donde comienza la ideología, la ubicación de izquierdas y derechas, subir o bajar impuestos para la redistribución de la riqueza o el “sálvese quien pueda”.

La madre del cordero está en la progresividad fiscal; donde paga el que más tiene. ¿Para qué queremos una nación sin estado con servicios públicos de calidad? ¿Estos neocons, quieren contrato social o quieren conflicto permanente? El Estado se forja con impuestos y no con dinero en unos cuantos bolsillos. ¡Son matemáticas, estúpidos! A los valores de justicia, equidad y solidaridad hay que ponerle unidades seguida de ceros. Una nación sin estado es una farsa. Para la derecha, basta con la engañifa de la exaltación de la patria, aunque a la ciudadanía se les niegue el trabajo digno, la sanidad, la educación o la luz. Si hay poco o mucho equilibrio social es a pesar de la derecha.

El patetismo de suprimir el impuesto de sucesión para rentas superiores a los setecientos mil euros no deja de ser un nuevo insulto añadido a sus amnistías fiscales a los defraudadores o a las becas para rentas que superen los ciento veinte mil euros. Son esos patriotas que rompen la unidad de España en una escalada de a ver quién rebaja más impuestos a los de siempre.

Luis Landero y la palabra

 


Landero, en su obra “Una historia ridícula”, dice que él nunca tuvo el sentimiento de escribir esta novela, delegando en Marcial el protagonismo de todo lo que nos relata. Un hombre, que podría ser cualquiera de nosotros, de los miles de españoles que elaboramos sueños, dando tumbos, gateando por las paredes como cualquier alma extraviada, a veces con pretensiones estrafalarias, porque es difícil poder con la propia vida, concluyendo que “Entre que llega y no llega la muerte, algo habrá que ir haciendo con la vida”. Ya les digo que este Marcial podríamos ser cada uno de nosotros.

En el Teatro Romano de Mérida, también Landero dejó hablar a Marcial que lo hacía por boca de todos los anónimos hombres que vamos sorteando los obstáculos de nuestras cansadas biografías, con mejor o peor suerte, dependiendo de azares y pertenencia a familias, evitando caer en el extravío, para ir por derecho al epicentro de la historia, como lo hizo uno de nosotros, como Marcial. Desde este lejano Oeste, “a cuantos políticos y mandamases les corresponda responsabilidad en este desafuero y esta afrenta, les digo queridos políticos; «iréis de cabeza al infierno”. ¿Cómo poder enfadarse con este mestizo lusitano, talento exportado por culpa de una historia fallida de determinados políticos a lo largo de estos últimos siglos?

Landero nos enseñó lo que significa la palabra “jeito”; otra bella expresión y qué amplio su concepto. Con gusto y con pasión construir de un modo apasionado nuestro día a día. Tal y como él lo hace al escribir, volcando sobre su pluma emociones universales de todo aquél que tuvo que partir de su pueblo, Alburquerque o de Plasencia, que es el mío. La mayoría de las veces, abandonando y perdiendo el paraíso al que ya nunca más volvimos, convirtiéndose en un imaginario eterno de lo ampliamente vivido que fuimos entonces. Luis, como todos los entretenidos en escribir buena literatura termina distraído en la observación permanente de la naturaleza de las cosas y pone nombres para entenderla. Y solo hay que estar atento a su palabra; y exprimirla como limones sobre la rica agua de nuestros manantiales.

Como verso libre porque la edad, afortunadamente, nos desata la lengua, tuvo a bien zaherir ayer las conciencias. Su matización inicial sobre «una mayoría de políticos», le salva de una generalización sobre ellos que a mí me hubiese parecido excesiva. “A cuantos políticos les corresponda”. ¡Por favor, escuchen! y no se extravíen como Marcial con su vida. Son palabras que lleva cada puntada con su correspondiente hilo. Y si te picas, te rascas.

Solo un pequeño “pero”. Sobre los adjetivos de “perezosos, bebedores, puteros, codiciosos, serviles, cobardes o descreídos”, faltó el epíteto de delincuente o corrupto. Bien es verdad, que en todas las casas cuecen habas: Reyes, periodistas, juristas, policías, médicos, enfermeros o maestros. Si yo fuera político, puede que me hubiese resultado molesto esa supuesta generalización que no lo fue. Que yo sea un Marcial cualquiera no significa que no alcance a diferenciar en mi tierra de aquél político que trajo importante financiación para estrechar distancias en nuestro lejano oeste, de aquel que utilizaba el avión con el hurto sucesivos de pasajes. Nunca el árbol debe dejarnos sin ver el bosque.

Posiblemente hubiera tenido que afinar en la tipología de políticos pero hubiese perdido eficacia el gancho. Como un Marcial cualquiera podemos quedarnos con aquello de “todos los políticos son iguales”; costumbre muy dada entre aquellos que no participan de los valores de la democracia o de infantilizados opinadores.

Les dejo con un soneto de un maravilloso lenguaraz como Don Francisco de Quevedo: “Que quien el corazón tuvo en la boca, tal boca siente en él, que solo dice: En pena de que hablé, callando muero”. Que los jabones a los poderes públicos de los eruditos, estudiosos, pensadores o filósofos sean un desierto en los trescientos sesenta y cinco días de Extremadura. Que «Nuestras voces, se alzan…