domingo, 15 de mayo de 2022

Transitus, las Edades del Hombre en Plasencia

 



A Plasencia llegaba Felipe VI para inagurar la exposición y como en un sueño, yo creía que venía a cortar la cinta de un tren rápido a Madrid, o aún mejor, a celebrar la reapertura del “Ruta de la Plata”, para salvar ese injusto centralismo radial que nos determina a ser parte de esa España vaciada.  Era una ensoñación más de los que miran al cielo para ver si cae el agua que ahogue nuestra sed o llaman a Dios para que cambie la suerte. Al día siguiente, el Rey rememoraba aquél viaje que hizo su abuelo a Las Hurdes para tapar las vergüenzas, tal vez, del Desastre de Annual. La realidad, en sus formas, es persistente, repitiéndose los rituales de una liturgia de la nadería. Ójala que mañana, no comience otro tiempo para otra conmemoración de otro viaje real dentro de un siglo, porque Plasencia; taciturna y desmemoriada, esperaría en un Transitus congelado  en los mismos tiempos de ayer y de hoy.

Que la exposición de “Las Edades del hombre” es una oportunidad, nadie debe ponerlo en duda. La expresión de un único posible arte, unido a la evolución del hombre bajo las directrices de la iglesia. Una única mirada posible, hasta ahora, para poder reflexionar de dónde venimos, lo que somos y sobre aquello que debemos repensar con una visión más ecuánime y con valores de tolerancia. Ojos abiertos para el acercamiento a lo que fuimos, sin prejuicios, sin edulcorados inventos. Desde ese mestizaje musulmán, cristiano o judío que propiciaron los Fueros de Plasencia del siglo XII, con otro más actual y agnóstico; sin reincidir en mitos superados, al menos, desde la racionalidad. Una exposición que debe trascender el marco físico de la Iglesia para amplificar sus contenidos y la diversidad de su impacto.

Ábranse los patios y rincones de nuestra casa, los jardines y callejas. Al Ambróz, A Trasierra,  El Valle del Jerte , a La Vera, A Monfragüe, a Las Hurdes y Gata, a Extremadura entera. A la Europa de Yuste, más necesaria que nunca. Desde Alfonso VIII a las bodas de Juana la Albeltraneja. Con Doña Inés de Suárez, expedicionaria con Valdivia en el descubrimiento de Chile. Desde Juan de Carvajal, con sus primigenios estudios humanistas de rango universitario, en Extremadura, hasta Los Zúñiga y Leonor de Pimentel, la Gramática de Nebrija o la Serrana de la Vera, novelada por Lope de Vega. Desde la Plasencia Comunera hasta el solidario acto de La Cabrera con los últimos de Filipinas, pasando por nuestro abuelo Mayorga y la Guerra de la Independencia. Un tiempo, también, para la recreación de nuestra historia en nuestras calles, no desde la exaltación chata localista  y de banderas, sino desde el papel que jugamos en la historia de un territorio, que quiere creer en verdades tangibles.

Despierten las aulas y las tertulias a historiadores, a escritores de los muchos que tenemos, para que muestren la visión, sin ataduras, de los hombres y mujeres que pintaron, que escribieron  con la intención de hacer camino en ese Transitus, forjando el protagonismo que debe tener el sujeto colectivo de la historia. Una oportunidad para nuestros jóvenes  para que se acerquen sin orejeras a lo que somos y fuimos.

Y para el cierre de este evento, permitirme soñar con Amancio Prada, cantando en la catedral de Plasencia,  Canciones del alma o hasta el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, porque una cosa son las creencias y otra la belleza. “Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras”

De las cuestiones más domésticas sobre la financiación pública de la Junta de Extremadura en esta exposición, el control de visitantes, de sus cuentas y de su resultante final tocará hablar en el cierre de la misma.   

 

 

  




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