Interesante los doce retos que se plantea la OCDE para la mejora de las competencias profesionales en España. El diagnóstico no puede ser más certero, situando uno de los grandes déficit que sufren los jóvenes españoles a la hora de abandonar los centros de enseñanza e incorporarse gradualmente al mercado laboral. Somos tras México, Grecia e Italia lideres en jóvenes que ni estudian, ni trabajan, cruzando todas las lineas rojas para cronificarlos en el desempleo de larga duración. Mientras que en los países europeos los contratos temporales son para los jóvenes un paso previo antes del contrato fijo, en España es una trampa crónica a la precarización. Y la Garantía Juvenil, señores de la OCDE, es un solución fallida e inoperante demostrada desde sus inicios.
Los índices de fracaso escolar o de abandono no son homogeneos dentro de nuestro país con una gran variación entre regiones y al que debería darse respuestas para no incrementar desigualdades interterrioriales desde el sistema educativo. El índice de abandono escolar del País Vasco es homologable al de Alemania o Finlandia, por debajo de la media europea, en torno a un nueve por ciento, mientras por otra parte, en comunidades como Murcia, Castilla-La Mancha, Canarias y Andalucía entre otras, el índice de abandono temprano de la educación puede alcanzar sobrepasar más del veinticinco por ciento. Extremadura, se lleva la palma con un 29,8 por ciento de fracaso escolar. Pero al informe se le olvidó incidir de una forma expresa en los tratamientos compensatorios que debieran tener con aquellos territorios diseñados para la desertización social, teniendo muy en cuenta la segregación de género.
España envejece en su población activa por momentos y podría ser una buena noticia para los desempleados, ya que a
medida que se recupere la economía, la aminorada oferta de
mano de obra debería conducir a mayor equilibrio entre oferta y demanda, favoreciendo encontrar trabajo más fácilmente. Sin embargo, tan solo aquellos trabajadores y trabajadoras que posean competencias podrán acceder al mercado laboral, el resto de las necesidades empresariales podrán cubrirse con más deslocalización o utilización de mano de obra foránea. Que un treinta y siete por ciento de
trabajadores-as en España, de 25 a 64 años obtengan un rendimiento
inferior en comprensión lectora y matemática, cuando la media en
Europa es de un veintitres por ciento, dice mucho de los déficit de nuestro sistema educativo. Que estas desigualdades correlacionen con las clases sociales más
desfavorecidas, incrementándose con la crisis, parece obvio, pero no debemos olvidar que ello conlleva un riesgo o probabilidad de tres
veces más de quedar fuera de la población insertada laboralmente que aquellos más
cualificados. ¡Es la lucha de clases, estúpidos¡
España tiene una alta tasa de desempleo y de desempleo de larga duración.
El desempleo en España se encuentra en un nivel sin precedentes y entre
los países de la OCDE solo es superado por Grecia. Este puesto
destacado es muy preocupante, como también lo es la alta tasa de
desempleo de larga duración, que era de un 53.4 % en el tercer trimestre
del 2014 en comparación con una media del 34.7 % en la OCDE. España no
puede permitirse contar con tantos desempleados ni con tantos
desempleados de larga duración, pero para ello al informe se le olvida aportar soluciones que ya han puesto los sindicatos de clase sobre la mesa en políticas activas de empleo ligadas a prestaciones por desempleo. En el diagnostico estamos de acuerdo, pero que la OCDE plantee la Reforma laboral del PP como una reforma estructural dinamizadora del empleo es como intentar soplar y sorber a la vez.
El informe evidencia que a iguales niveles de competencias entre trabajadores de países como Estados Unidos o Reino Unido en relación con España, es allí donde usan sus competencias más intensamente en el lugar de trabajo. Aquí, el informe arriesga pero sería necesario mayor contundencia en la afirmación de más reforma empresarial. La necesidad de un cambio metodológico en la organización de las empresas, más basadas en procesos colaborativos y menos directivos. Si a esto le añadimos variables más que evidentes en nuestras empresas, como la sobrecualificación en un puesto de trabajo que tiende a atrofiar las capacidades del trabajador empleado, y abuso de las contrataciones temporales, coincidiremos que gobiernos y empresarios diseñan la tormenta perfecta para desaprovechar el potencial de la población asalariada y activar la fuga competencial de las empresas derivada de estos vicios estructurales.
Los tufos del informe dirigidos a la eliminación de costes laborales, los consabidos acercamientos de la universidad al mundo del trabajo, la formación dual copiada de los alemanes con una estructura empresarial muy diferente a la microempresa española, la exaltación de un modelo de formación para el empleo ligada a la empresa sin control de la representación legal de los trabajadores, la flexibilidad de la empresa cuando la reforma laboral ha generado un marco de autoritarismo unilateral por parte de la empresa, son propuestas académicas que se ofrecen como servicios edulcorados a los que pagan el informe.
En cualquier caso, el Informe es interesante desde el punto de vista del diagnostico pero se agota a la hora de plantear cuestiones referidas a repartos, equilibrios territoriales y sociales, redistribuciones ligadas a reformas fiscales progresivas y progresistas necesarias, valorización del trabajo y otras cuestiones frontalmente críticas con un sistema que se rompe por sus costuras.
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