La memoria y la hemeroteca de un compañero del ferrocarril, Francisco Naranjo, me recuerda un cartel de unas elecciones sindicales donde Manolo Vital aparece con su fotografía. Seguro que su vida superó a la ficción de una pelicula donde no hay tiempo, al parecer, para significar que su lucha sindical en el transporte fue mucho más sistemática y persistente. Su militancia en CCOO y en el PSUC guardaban la coherencia con su forma de vida y su compromiso permanente.
Cuando salí de ver el "47", con ojos quebrados, me reconfortó observar en mis amigos la misma templanza en su lagrimeo y juntos formámos una orquesta desafinada de miradas de agradecimiento. Rompí en un silencio de rabia contenida, de impotencia que lo decía todo: “Pena que no hubiese un político extremeño que tomara la bandera del tren Ruta de la Plata”. Somos tan inútilmente responsables…
A lo largo de décadas se nos fueron tantos héroes anónimos como Manolo Vital que ha terminado haciendo mella la tibieza en nuestra tierra. A aquel emigrante que se sintió expulsado de Extremadura, pero que le adornaba una bellota en su pecho como la mayor de las estimas, para cualquier mejora laboral o vecinal le decían: “no es el momento”. Sus respuestas no fueron las de jugar con la lírica de las palabras, y al pensamiento le sumó la acción. Con la interpretación de Eduard Fernández, volví a sentirme un charnego.
Con hombres y mujeres en la lucha por “El 47” podríamos recuperar el Tren Ruta de la Plata. ¡Quién tuviera un maquinista que diera un paso al frente cuando le digan que no es el momento! Los sueños que se imaginan son los únicos que terminan siendo realidad.
Extremadura necesita proyectos colectivos.Perdonen si ofendo, pero del día de Extremadura me quedo con la voz del medallista Álvaro Martín cuando se pronunció a favor de un día para Extremadura, todos los 25 de marzo. Las historias más bellas son las conquistas basadas en la persistencia como nos han mostrado cientos de extremeños-as anónimos, que viniendo de la tierra pizarrosa, árida, verde y negra, supieron cantar con el carácter, que despreciaban en otras tierras, contra los gallos negros.
“El 47” era el mismo autobús que a finales de los setenta yo esperaba en la Plaza de Cataluña para llegar a “Els quinze”; el barrio de mi novia. “Los quince”… céntimos hacían referencia al coste del bus en otro tiempo, cuando Vital huyó del señalamiento, el hambre y el miedo a un barrio que también era Barcelona
Viendo al bus; en ese trayecto imaginario que yo recorría, por alguna alineación cósmica, comencé a pensar enredado en mi azotea afectiva con el tren Ruta de la Plata. Alguno pensará que no era el momento. Somos tan previsibles que cualquier cosa con sentido común es considerada como algo anómalo, inverosimil o extemporáneo. Por eso a Manolo Vital le terminaron concediendo la Medalla de Honor de la Ciudad Condal, porque no se cansó de oir "no es el momento".
Se acaba de celebrar el día de Extremadura y hubiera sido un buen momento para lanzar un proyecto ilusionante a la ciudadanía; la reapertura de la línea Plasencia-Salamanca para el 2035 debe ser un acuerdo de todas las fuerzas políticas extremeñas. No, no estoy soñando; o sí. Hablo de cosas tangibles que una vez soñada, pasan a ser posibles. Claro, el problema es que dependiendo de quién gobierne en España, la argumentación en contra o a favor, es variable. Lo suyo es seguir mirando al dedo y no a la luna.
Recomiendo ver “El 47” a extremeños, sindicalistas, mujeres y jóvenes, migrantes… No se abstengan de verla los políticos pusilánimes de una cera u otra, “pragmáticos” de salón, y sobre todo los desclasados y desmemoriados de la tierra y del barrio donde venimos. A lo mejor, tal vez, hasta puedan sentir la necesidad de ser otro.