lunes, 6 de febrero de 2017

Amigos míos de cine

    Ahora, que ya hace 30 años del cierre del Cine Coliseum de Plasencia, 
retomo un articulo que escribí en Octubre de 1996
 en la revista "El Norte de Extremadura", 
recordando a los que se fueron. 




Durante los últimos días de agosto en los que la piqueta ha bajado el telón definitivamente en el Cine Coliseum, no he dejado de sentir un acusado ramalazo de nostalgia compartida por muchos y asociar ese escenario a hechos y a nombres de aquellos primeros amigos míos de cine. Fue en aquel reducido universo dónde nos atrevimos a escribir, con millares de graffitis vertidos sobre unas butacas y en las paredes del retrete, las obras completa de nuestra recién iniciada utopía.  

Puede que esté edificio, construido con la participación popular y cuyas acciones han sido fagocitadas en el tiempo, no tuviera ningún valor arquitectónico para el conjunto de nuestra ciudad; es más, me atrevo a decir que su visión resultaba pesadamente granítica y estéril, pero seguro que su desaparición ha afectado a la íntima microhistoria de una amplia etapa de muchas de nuestras vidas y nos ha hecho rememorar la desaparición de otras míticas salas. 

Es el penúltimo plano que se borra en nuestra mágica  e intransferible película donde van cayendo, fotograma a fotograma, secuencias de los cines Avenida, Las Vegas, del Teatro Sequeira... En ellos, fuimos el Llanero Solitario cabalgando en un banco de madera preñado de chinches en el gallinero del cine Alcázar, Ben-Hur derrotando a Mesala, Tarzán, ortopédicamente enamorado de Jane, saltando de liana en liana. Nos conmovió el encuentro entre el monstruo Frankenstein y una niña: "¿Quién eres?, "Yo soy María", ¿Quieres jugar conmigo". 

Luego, más tarde, entendimos lo que era la libertad con Charlot en El Gran Dictador o hicimos la siempre revolución pendiente con el Acorazado Potemkin y Octubre en los diez días que hicieron temblar el mundo y que convulsionaron nuestras mentes. Mi último recuerdo en este cine está unido a una irrepetible emoción cuando vi Las Vacaciones de Monsieur Hulot que promotores de la revista Retazos programaron con un gran acierto dentro de un maratón de películas. 

Con el cine se demostró la teoría de la relatividad y la muerte que hasta entonces pisaba los talones, dejó de ser absoluta y Charlon Heston, Johnny Weissmüller, Mauren O'Sullivan, Boris Karloff, Charles Chaplin y otros tantos alcanzan en nuestra memorias el perpetuado y quieto espacio de la inmortalidad. Tan inmortales y junto a ellos, a pesar de las cuñas del tiempo, aquellos amigos míos de exploración temprana en las frías tardes de cine: Eduardo, Víctor, Manolo, "Popeye", "Chopera", Paco, Toni, Foro, Vampi, "Bollito" y nuestros malogrados "Cheguy" y Faustino con los que tanto y tanto fue compartido. 

Hablar de aquellos primeros amigos míos de cine, es evocar aquellas irrecuperables noches de estío y otoñales tardes soñadas de domingo con programa doble, con olor a piruleta y pipas de la "tía Felisa", de batallas de kikos entre plateas, programación de "pelotéas" en el Cancho del Avión y guerra de cagajones de vaca en la Plaza de Currito, juramentos de fidelidad eterna, la primera cintura y aquella cadera atrapada, intercambio de veinte cromos por una Hazañas Bélicas, el aterrizaje apresurado en una butaca perseguido por el acomodador y el grito boicoteador de toda la peña vociferando "Fumanchu, Fumanchu..." cuando la cinta era un pastel infumable y nos preguntamos porqué nunca ganan los malos.

Es ahora, cuando desaparece, plano a plano, un escenario más del paisaje de nuestra infancia y adolescencia, despertada con el vuelo entre sombras y a escondidas de un primer beso con nombre y apellidos que nos elevaba a la última fila de butacas y que se convertía por universal estrategia de la chiquillería en el ansiado paraíso terrenal. Es ahora, cuando no puedo dejar de sustraerme a recuerdos que habitan escondidos en los rincones de mi memoria. 

En ese espacio limitado de una butaca, en la demandada oscuridad, donde una insoportable linterna interrumpía nuestro iniciático sueño fuimos transportados a ese estadio absoluto de transitoria y divina imbecilidad que Ortega y Gasset decía que era el amor.

1 comentario:

  1. Buenos días. Muy interesante el blog pero te quería comentar un pequeño detalle. Mira hay un grupo de Facebook que se llama Placentinos por España. La foto del cine la han publicado aparte que la han rotulado (con lo mal que queda eso en fotografía) pero tampoco han mencionado de donde proviene la foto. Saludos. PD:: esta es la dirección del grupo https://www.facebook.com/groups/602649009909834

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