Recupero un artículo que escribí antes de la Huelga General del 29-S, en el 2010, cuando los desclasados, culpabilizando a lo sindicatos, se justificaban diciendo que "ya era tarde" para hacer una huelga. Ahora, corre la moda postmoderna en las manifestaciones de negar el derecho a los sindicatos de llevar sus banderas. ¿Pero quienes sois vosotros? ¿los desclasados?. Tanto esfuerzo democrático para sacar de la clandestinidad herramientas sindicales y ahora amantes del "apoliticismo" más reaccionario nos mandan escondernos. ¡Lamentable!.
"La vida les engaño con un sueño falso: aparentar ser lo que nunca podrán ser. De ahí, el grisáceo de su personal currículum. Crear desclasados ha sido y es uno de los objetivos del capitalismo, porque es el camino más corto para conseguir la fragmentación de una clase social a la que hay que mantener a raya. Facilitar la deserción de clase allana el objeto final del sistema que es el de desintegrar todo lo que suponga un obstáculo organizado y comprometido con la defensa de clase. Empleados del sector privado contra los del sector público, contratados temporales contra fijos, nativos contra inmigrantes o jóvenes contra mayores. Los iguales, cada vez más, se convierten en enemigos y el "desclasado" es la cuña perfecta para la fragmentación .
Los
desclasados se caracterizan, no por aspirar a la legítima mejora de su
status, sino por olvidar su procedencia y construir un relato que les
aparta del compromiso que un día tuvieron sus padres con ellos, con sus
vecinos o con sus compañeros de trabajo. En definitiva, con todo lo
colectivo, con todo lo que a través de las emociones del orgullo de
clase se ha construido para su distribución.
Los desclasados, a
los que se les han dado regalado los derechos, son de una alta
exigencia. Cualquier molestia que se les propicie es anticonstitucional y
el estado de bienestar ha sido gratuitamente llovido del cielo; las
pensiones, la igualdad de género, la salud laboral, las políticas
inclusivas… No se afilian a partidos o sindicatos, porque para eso están
otros, nunca se comprometen con opciones comprometidas porque ellos son
“librepensadores” y el mundo, demostrado queda, ha avanzado gracias a
su concepción individualista. Son “apolíticos” y las ideologías están
superadas; que es tanto como decir que se encuentran en una permanente
fuga de su clase social porque en su baja autoestima no se soportan en
ella.
Ellos, defensores de lo suyo, de lo corporativo, por un
azaroso devenir social, han podido llegar a convertirse en clase ¿dominante?; por ejemplo, en relaciones como empleadores de “sin papeles”
que limpian, planchan y cocinan por todo a cien, sin cuestionarse los
derechos del otro. Como buen desclasado solo existen los derechos
propios.
Los desclasados, desde posiciones críticas pasivas,
siempre tienen a mano a aquellos que se movilizan por algo colectivo
para zarandearlos y presentarlos como chivos expiatorios de sus culpas,
se muestran ágiles a la hora de participar de forma on-line o en barras
de café en cómo arreglar el mundo o incluso echan espuma por la boca en
los comentarios de los periódicos digitales con seudónimos que no le
impliquen; aunque eso sí están prestos a enarbolar banderas, sobre un
patético sustrato folclórico, cantando la efímera banda sonora de la patria líquida o de su
equipo.
Producto del esfuerzo de lo público -becas, sanidad
universal, prestaciones sociales,…- y de todos aquellos que trabajan por
lo público, los desclasados han ido alcanzando espacios de autonomía,
independencia y bienestar, pero dicen estar hartos de ser ellos los que
sufragan la enseñanza para los inmigrantes, a los burócratas
funcionarios, a los parados subvencionados, y por eso se apuntan al
nuevo modernismo de pedir la bajada de impuestos o reclamar la
“flexibilización” en la organización del trabajo porque tienen la
ventaja personal de facilitar su supervivencia individual y arribista,
acabando, dicen, con “viejas rémoras del pasado”, aunque estas sean las
que hagan sostenible los derechos.
La fotografía que representa a
los desclasados podría ser la de una figura egipcia que siempre mira
para otro lado; “ésta guerra no va conmigo”, “ni éste cura es mi padre”.
Para ellos, hay un camino diferente y más corto que resistir y crecer
en común; que es la aplicación de un relato no duradero, camaleónico,
móvil y sobre todo una narración psicológica que les evita el dilema
personal y el conflicto. Lo contrario obliga a lealtades, a trabajar
valores y a la toma de decisiones compartidas y para eso ya están los
sindicatos de clase que negocian de todo y para todos.
La consigna
interesada nos la dieron los mercados hace tiempo: "nada es para
siempre". Por tanto, para qué empeñarse en mantener lazos de clase,
cuando el mismo cine nos ha enseñado que engancha mucho más el carácter
vertiginoso de una sucesión incontrolables de escenas, aunque sean
incompresibles y solo sirvan para ocultar el conjunto vacío. De forma
opuesta, el sumatorio de fotogramas espaciados, interiorizados,
horneados a fuego lento, conforman un relato para los que creemos en la
clase social del trabajo; como una virtud pero también como una
evidencia y una estrategia de lucha.
Cada vez que nos acerquemos a cualquier movilización que cuestiona el sistema, con el concurso mediático, asistiremos al
festival pernicioso de estos coriféos desclasados."
- Owen o el PP fotocopiando a Thatcher. El neoliberalismo como instrumento de confrontación en la clase trabajadora. http://canchales.blogspot.com.es/2013/02/el-pp-fotocopiando-thatcher.html …
Preciso y tristemente vigente. Gracias.
ResponderEliminar