Confieso que
me irrita, con igual intensidad, cuando oigo a Wert hablar de
"españolizar" a los niños catalanes como cuando oigo a Artur Mas hablar
de las "cigarras del sur". El sutrato de las dos opiniones no puede ser
más reaccionario. Sinceramente, creo que estos nacionalistas,
intencionadamente, provocan la confrontación para justificar su
necesidad de ser, la necesidad de ser, de una forma casposa,
"español" o "catalán". El uno para incustrar socialmente un discurso,
que avanza, en la necesidad de recentralización de la política española y
el otro para subirse en la ola del "independentismo" como estrategia
para seguir obteniendo ventajas electores y fiscales.
Considero,
sin excesivo margen de error, que todo ello está determinado por
tensiones económicas y de interés partidista que debe, al menos, ante
tanto tertuliano "subvencionado", cuestionarse. Al fin y al cabo, esas
tensiones vienen precedidas de variables, que solemos olvidar, que han
incidido e inciden en desequilibrios regionales históricos que han
producido concentraciones de rentas en determinadas áreas geográficas de
la misma manera que se han acumulado en una determinada clase
social, que no es ni mucho menos la clase trabajadora.
Pero
para valorar las reivindicaciones fiscales de los que se consideran
"hormigas del norte", deberemos adentrarnos en razones más que en
emociones. La respuesta económica, por la tecnocracia española y
catalana, a la autarquía franquista a finales de los cincuenta, fue un Plan de Estabilización
que facilitó concentración de recursos financieros a los mejor situados
y sobre todo un flujo migratorio dentro y fuera de España que alivió
tensiones y que, como "hormigas del sur", fuimos generando "plusvalías"
por aquellos territorios de asiento. Es justo reconocer, por
tanto, que el grado de concentración productiva que, en positivo, se
focalizó en Cataluña, País Vasco o Madrid, produjo complementariamente
nuevos desequilibrios resueltos desfavorablemente para territorios como
Extremadura al despojarse de su población más activa y reteniendo la de
mayor edad. Si en los años cincuenta, Extremadura alcanza una población
por encima del millón y medio de personas, hoy tan solo alcanza un
millón cien mil habitantes, siendo, posiblemente, una de las comunidades
autónomas con la población más envejecida del Estado.
Y Extremadura, evidentemente, debemos reconocer que no genera,
no puede generar, la misma fiscalidad que Cataluña; pero sería de
necios caer en la trampa de aceptar que yo, como individuo particular,
no contribuyo de igual manera y en función de mis rentas de forma
similar a un catalán. Desde luego, la trampa está servida por los
"nacionalistas", que siempre son de derechas y como tal elaboran un discurso facil, simplificador y populista; un discurso que cala emocionalmente, más en epocas de crisis, pero alejado de los pensamientos complejos que requiere la inteligencia colectiva. La pena es que la
izquierda en ocasiones y para evitar la acusación de antipatriota entra al trapo. En el siguiente artículo escribiré de cómo
esos desequilibrios regionales aumentaron por políticas generadas por
aquellos que nos vendían la Patria como una "unidad de destino en lo universal".
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