Me levanto temprano y el día está gris, como tantos días grises de esta maldita pandemia. Rompo un circular pensamiento negativo de ver pasar el día desde la ventana viniendo a mi memoria el icónico "Salto del Gitano". Hoy, seguro que los buitres leonados , giran y giran, vienen y van en torno a él. Cargo con mi cámara fotográfica y tomo dirección al Monfragüe -monte denso- de encinas, alcornoque y quejíos. Al monte fragoso de la jara, del enebro y el aliso. Más de dieciocho mil hectáreas me están esperando.
Aminoro la velocidad del coche; por la hora, es fácil ver ciervos cruzar la carretera en búsqueda de los muladares o comederos. Paso primero el Tajo y me encuentro con la fuentes del francés y el Puente del Cardenal, que con la llegada de las aguas queda sumergido. Estoy solo; cosas de la naturaleza o de la diseñada España vaciada. Comienza el festival de fotos. Ya estoy cerca del Salto del Gitano y antes de llegar a él, ya es oficial el abanico de emociones que me suscitan los alimoches, águilas negras, buitres leonados y el omnipotente águila imperial.
Dicen que el Prozac es la píldora de la felicidad y yo creo, que en la soledad de estos riscos, a veinte minutos de Plasencia, yo debo haberme tomado un bote. Y como tengo memoria y agradecimiento, me acuerdo de Jesús Garzón y de ADENEX, porque Monfragúe fue el primer espacio extremeño protegido y hoy Reserva de la Biosfera. Eternamente, gracias, por haber luchado por este Parque en los setenta. Yo estuve allí, luchando contra los eucaliptos del IRYDA. Vuelvo a Plasencia, con una descarga de opiáceos en todo el entramado de mi cerebro y de mi corazón. Algunas batallas, las hemos ganado.
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