Toda la vida oyendo que siempre habrá ricos y pobres y ahora el Sr. Rajoy dice que hablar de esos constructos es una antigüedad. Como si la antigüedad fuera un valor que hubiera resuelto el conflicto de clases por virtud de magia, potagía y borrase de un plumazo a un veintiocho por ciento de personas en riesgo de pobreza en España. Para la derecha todo lo que molesta es antiguo, como si las coplas de la Piquer no tuviesen su punto. Recuerdo en los días grandes de Esperanza Aguirre y sus ranas, cómo denigraban a los sindicatos de clase, calificándolos como “antiguallas”. Eran muy molestos. Lo moderno, se supo después, era nadar en la charca de la corrupción.
¡Cómo llegan a molestar los pobres! Pero el intento de hacerlos desaparecer de forma virtual es imposible por mucho que se empeñen los de la cuerda del expresidente. Por eso, exploran otras estrategias como la de desacreditar a la clase social más desfavorecida por improductiva, criminalizar a los desempleados como parásitos que jibarizan los recursos de los que trabajan o a los inmigrantes como culpables de la degradación laboral... El objetivo está claro: dividir la cohesión identitaria de lo que debiera ser la clase trabajadora, para fomentar la lucha fratricida dentro de la propia clase.
Nunca he entendido que parte de la ciudadanía se autodenomine como clase media. Será para hacernos creer que pertenecemos a los de arriba o para hacernos pensar que podemos escapar de nuestra clase. Su objetivo está en debilitar todo lo que sea colectivo, a la vez que fomentar lo individual como estrategia con un sueño de final feliz al que solo los mejores, llegan. Escalar a la élite es posible pero de forma limitada y para ello hay que competir, en vez de colaborar, para estar entre los selectos. Exaltación de lo individual para el ascenso social. El fracaso siempre será culpa tuya.
La denominada “Dama de hierro”, M. Thatcher, durante los ochenta fue la apreciada maestra de todos estos psicópatas sociales. Toda las consecuencias nefastas del país fueron transferidas a la clase trabajadora. El orgullo de pertenecer a la clase trabajadora había que derrotarlo en ese imaginario social de luchar por lo colectivo. Pinochet, años atrás, había roto el paradigma de Allende, ofreciendo “El Chile de los emprendedores, frente al de los proletarios”. Luego, la Thatcher solo tuvo que ofertar su idílico paraiso para los trabajadores: “Un hombre, un capitalista” ¿Se acuerdan cuando Rato nos vendía su propaganda de “Hágase bankero”, comprando acciones de Bankia?. ¡Si tienes memoria dejas de ser un gilipollas desclasado¡ La conciencia de clase siempre te salva por lo colectivo.
El paradigma neoliberal se concreta: Las desigualdades son consecuencias de elecciones y opciones personales, y nunca por culpa de un sistema que provoca las desigualdades. La realidad contradice este paradigma: El noventa por ciento de los pobres, terminan siendo pobres y el noventa por ciento de los ricos terminan siendo ricos. De estos parámetros surge la necesidad para la derecha de esconder el conflicto social entre capital y trabajo, entre ricos y pobres, y entre clases sociales. Para la izquierda, sin embargo es fundamental equilibrar, con politicas sociales y redistributivas, estas desigualdades previas con las que nacemos. Entender como inmoral a aquellos que defienden la bajada de impuestos a los ricos, es sencillo; intelectualmente es grosero pensar que el dinero en unos pocos bolsillos es bueno porque provoca la caída de las migajas en cascada, transfiriendo a su vez las responsabilidades fiscales a los “beneficiados”.
Que Feijóo valore los presupuesto generales de 2023 como antisociales es porque él, la CEOE, y toda su cohorte de grupos empresariales piensan que la escasez en los bolsillos de la mayoría aviva el ingenio, la competitividad, siendo la pobreza solo una actitud personal a la que se llega porque te esfuerzas en ser pobre.
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