Confieso que, en el debate que realizó Canal Extremadura TV con los primeros espadas a las autonómicas, me sorprendió Monago cuando pidió a su homólogo Cayetano Polo que no hablara en tercera persona. Durante unos momentos se vió en su espejo y hasta cabe que las derrotas le hayan humanizado.
El candidato del PP, siempre me pareció una persona con alteraciones en la percepción, actuando como observador externo de sus propias experiencias, incapaz de referirse a él con un "yo". Por eso, cuando pidió humildad al candidato del C,s pensé, sinceramente, que estaba recuperando la cordura que nunca tuvo y recobrando una empatía desconocida en él.
Hablar en tercera persona es propio de niños en sus primeros años de vida porque no distinguen entre un "yo" o un "tú". Pasado este tiempo es un síntoma que muestra posibles problemas neurológicos que tienen que ver con la despersonalización o una clara escisión de su persona.
Cuando uno no se reconoce en lo que dice, hay una anomalía. El problema es preocupante cuando, descartado problemas neurológicos, eres un "jefecillo", o un político que utiliza esta forma de hablar para concederse una elevación institucional y así hacer entender a su contraparte que tenga mucho cuidado con "él" porque su "yo", autodesvalorizado, cuando alcanza la referencia personal en tercera persona, es peligrosa. Por eso, este tipo de sujetos debe tener acompañantes leales que le desvele que el rey está desnudo, evitando su disociación. Y suelen no tenerlos.
Monago dice que él no ha perdido las elecciones, ha sido culpa de los otros y de variables externas. Como buen torturador de datos, justifica que el PP ha perdido en Extremadura con un porcentaje de votos que a otros les ha servido para gobernar; estaría refiriéndose a Andalucía y su anomalía democrática. En su análisis se le olvidó decir que en ninguna autonomía el PP ha perdido de paliza como en Extremadura con un 19,24% de diferencia contra un Presidente que habla en primera persona.
Todos los humanos tenemos nuestras grietas psicopáticas, pero en una persona con responsabilidades serías se convierte en un lastre degenerativo social. Cuando hacen aseveraciones mayestáticas lo hacen imbuidos de "él". Por eso, por higiene democrática, a Monago o a cualquier político habría que empezar a tenerle en cuenta que hable de Murakami sin haberlo leído, que se corte un dedo sin necesidad de una tirita o que se empadrone en Portugal metafóricamente. Hasta cuando dijo que le gustaba Camela no era su "yo". Era "él", su tercera persona.
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