Juan Genovés
Organicemos el tráfico para un mundo más inclusivo. Si la deslocalización de las
empresas ha sido principal factor de pérdida de puestos de trabajos en el reciente tiempo, ahora surge un
nuevo fenómeno que tendremos que enfrentar como es la robotización y todo ese
espacio relacionado con la inteligencia artificial, aunque pueda incluso favorecer la relocalización. La desaparición de profesiones,
hasta ahora muy interiorizadas en nuestra sociedad, fruto
de esos nuevos escenarios, irá acompañada del surgimiento de otras nuevas que ya se están anunciando.
La correlación oferta y demanda de empleo, sin duda, será aprovechada, si se lo permitimos a los de siempre, para justificar nuevos intentos de agresión a una clase trabajadora cada vez menos homogénea y por ello más difícil de organizar. Por tanto, será necesario exigir mayor regulación de todo lo que suponga inteligencia artificial, poniéndola al servicio de las personas y no solo de las empresas. La reducción del trabajo que viene, debe prorratearse entre aquellos que trabajan para favorecer el acceso al mismo de terceros y utilizar el tiempo restante como espacio de ocio para humanizarnos. La previsión es que todos los trabajos rutinarios serán subtituidos por la robótica. Si esto es así; si vamos a ser sustituidos en el puesto de trabajo no habrá otra que pagar a través de los propios beneficios de la empresa un canon para la igualdad; porque de otra manera no tiene sentido ese progreso.
Se me escapa el impacto que este escenario pueda tener en el corto y medio espacio de tiempo, y mucho más en las respuestas que puedan amortiguar o equilibrar esta situación emergente, acometiendo sin dilaciones respuestas colectivas inmediatas en un atlas de innumerables riesgos, reclamando el derecho al trabajo digno como premisa central para la asunción de un concepto de ciudadanía, más amplio, más responsable y más libre. Pero también asegurando la dignidad fuera del empleo, denunciando la criminalización de un sistema que te culpabiliza por no encontrarlo porque sencillamente es incapaz de producirlo. En definitiva, porque es posible la mejora de la productividad, integrando nuevas relaciones horizontales en el trabajo, favoreciendo fórmulas de conciliación con el desarrollo personal, obviando la solución de reducir los costes laborales como alternativa.
Parece evidente que el valor añadido y el talento que genera las personas en su puesto de trabajo crecerá exponencialmente en un contexto emocional sano, participativo y no lo vamos a alcanzar, ni lo estamos alcanzado por ese camino tan visitado, tan ineficaz e ineficiente,y tan injusto como es la "chinarización" en nuestras relaciones laborales.
En principio, es ineludible preguntarnos si nuestro sistema educativo
y los servicios públicos de empleo tienen en su centralidad, estrategias generadoras de personas con capacidades ricas en
autonomía, autogestión de los conocimientos, empoderamiento para liderar
proyectos vitales y generar valor añadido en la gestión de nuestras vidas. Puede que un cambio de perspectiva pudiera dar respuestas al mundo que ya está aquí; fundamentado en
innovación tecnológica, inteligencia artificial y robotización, donde al menos un tercio de las competencias actuales sufrirán modificaciones importantes, los
puestos de trabajo sin cualificación serán residuales y los títulos
universitarios, sin las habilidades que agrupan lo que se viene en llamar
inteligencia emocional, estarán devaluados.
Si el
tiempo de aprendizaje para una persona es lo que dura su vida y el resultado es
lo que conseguimos acumular ¿Por qué el modelo tradicional de aprendizaje queda
circunscrito a ciclos escolares que evalúan y miden tan solo las competencias
específicas? ¿Por qué las empresas deberían limitarse en su reclutamiento a
exigir un título o una certificación profesional en exclusiva?. ¿Por qué un trabajador debe ceder gratuitamente casi la totalidad de su vida a una empresa, en el mejor de los casos, por un salario digno, excluyendo el "salario emocional" que debiera complementarlo?. Las respuestas
a estas preguntas nos llevan a poner el acento en la necesidad de generar
propuestas de aprendizaje que completen los agujeros negros de nuestro sistema
educativo y el propio sistema de formación para el empleo y una regulación laboral que no asfixie el derecho del trabajo.
Juan Genovés
El abordaje integral hacia la empleabilidad, debe apostar por una concepción innovadora que inserte en el mundo laboral, dando respuesta al actual escenario laboral que afronta un panorama muy cambiante, pero a la vez incierto, y que señala una dirección inevitable a la incorporación de nuevas habilidades y competencias reclamadas en el espacio productivo, aunque también como ciudadanía plena donde la inteligencia artificial se ponga al servicio de la salud emocional de nuestras vidas como colectividad. Por ello, la concepción holística de competencias debe situarse en un marco dinámico, preparando a empresas y trabajadores, dentro de un contexto global que pase por un ineludible contrato social, para dar respuestas compartidas, siendo sostenible económica, ambiental y socialmente. Los empleos relacionados con las emociones, en el campo social, educativo o sanitarios serán refugios de empleo donde la inteligencia emocional será esencial.
Si queda constatada la necesidad de cambiar el modelo productivo, también debemos poner en cuestión los métodos y las formas de producir, planteando cambios estructurales que solo podrán ser justificables en otro modelo más inclusivo para las personas como ciudadanos y ciudadanas. De lo contrario, la deriva, la falta de cohesión social y el incremento de la desigualdad están aseguradas. La inteligencia artificial al servicio del empleo decente, de nuestro tiempo y de nuestra felicidad. Vayamos pensando en aplicación de una Renta Básica, una reducción de las horas trabajadas por persona y una RobotTaxa.
O se trata de cambiar el modelo profundizando en sus contradicciones, como nos siguen invitando los responsables de una crisis sistémica o se fuerza progresivamente a otro modelo de empresa más colaborativa, más
alejado de criterios directivos al uso, favoreciendo la transformación de los patrones "clásicos" de empresa en otro de nuevo cuño; asegurando la participación dentro de la empresa, apostando decidida y sistemáticamente por incidir en la
mejora de nuestro sistemas educativos y formativos para desarrollar
habilidades, capacidades y competencias que favorezcan un cambio necesario, inclusivo e
innovador en nuestro modelo productivo. En esa apuesta, deben estar
comprometidos sin miedos y con generosidad la administración, y los agentes
sociales y económicos, siendo la concertación y
la negociación colectiva las herramientas infalibles que posibiliten el cambio social necesario. Por ahora, pintan bastos.
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