El catedrático de Economía, Oriol Amat, en su obra "Introducción al análisis económico-financiero", manifiesta que un 81% de empresas que realizaron suspensión de pagos o quiebra, entre 2002 y 2005, fueron debidas a incompetencia en la gestión de las mismas. Lejos de establecer estereotipos o generalizaciones culpabilizadoras hay que comenzar a poner el énfasis sobre hasta que punto el cacareado emprendimiento es posible y tiene recorrido dentro de la propia empresa por parte de las personas empleadas. A tenor de la resultante expresada en esta crisis, todo parece indicar que seguimos profundizando en un modelo empeñado en salir de la misma, intentando mejorar la productividad, reduciendo costes salariales.
La OCDE en su Evaluación de Competencias de Adultos (PIAAC), relativas al nivel de comprensión lectora, competencia matemática o resolución de problemas en el contexto laboral, así como otras competencias genéricas como comunicación interpersonal, autogestión o capacidad de aprender, concluye que España no hace un uso adecuado de las competencias de su población activa. Con puntuaciones equiparables a EE.UU. y Reino Unido, son estos países los que hacen un uso más intensivo de las capacidades de su mano de obra y de su autogestión con respecto a sus destrezas, lo que viene a concluir las diferencias estructurales de las empresas que redundan en procesos más productivos en estos países y un mayor aprovechamiento de las competencias de sus trabajadores y trabajadoras.
En Extremadura, en el sector privado, cerca del sesenta y tres por ciento de los asalariados no supera la titulación de la ESO y/o Bachiller. En el caso de los empresarios con algún asalariado, se eleva a un sesenta y nueve por ciento. Podemos deducir sin riesgo a equivocarnos que el recorrido en formación del conjunto del capital humano debe ser intensivo para favorecer el valor añadido en nuestro tejido productivo.
Cuando la evaluación se realiza con respecto a los jóvenes españoles, se manifiesta la infrautilización que se hace de una generación mucho más preparada que las anteriores pero con riesgos manifiestos de que sus capacidades cognitivas queden atrofiadas en un modelo de empresa que persiste en utilizar las ventajas competitivas de contratos precarios en lugar de optar por realizar una apuesta de ajuste innovador que evite la sobrecualificación en su seno. Las competencias que no se practican se vuelven obsoletas con el tiempo porque solo la pericia se genera con la práctica y con ella se generan y se potencian nuevas habilidades que provocarán innovadores y nuevos procesos productivos.
Las prácticas de alto rendimiento en España, caracterizadas por el otorgamiento de autonomía para el trabajador en la empresa y un posicionamiento en la toma de decisiones horizontal, son de carácter residual. Nuestro país, ocupa para la OCDE (2010) el penúltimo lugar en la Europa de los 27 en lo referido a un modelo "racionalizado" donde los trabajadores tienen más libertad de poner en valor sus aportaciones laborales, y tener conciencia de que a través de su trabajo obtendrán oportunidades de crecimiento y promoción profesional.
Se preguntaba Henry Ford, ¿por qué cada vez que pido dos manos vienen con un cerebro incluido?. Aún, muchos no han descubierto que llegamos a las empresas con emociones y con soluciones. La psicóloga Maria Jesús Alava Reyes, recientemente, realizaba una afirmación en una ponencia titulada "La felicidad productiva", que nos ayuda a repensar las relaciones en el trabajo: "La productividad de una empresa con trabajadores felices puede aumentar una media del 31% y su mejora en la salud hasta un 21%. Me recomienda, mi amigo y paisano Noé Rozas, que lea "El Principio de Dilbert" y me refiere que en él se hace una reflexión chistosa sobre cómo la empresa reclama más motivación al trabajador al mismo tiempo que reduce su autoestima.
Sobre determinados indicadores que facilitan un modelo de empresa colaborativa, muy alejada de criterios directivos al uso, podemos autoevaluar el nivel competencial del empresario sobre sus patrones clásicos de empresa u otra de nuevo cuño: el rediseño dinámico del puesto de trabajo, el gradiente de participación del empleado en la línea de negocio, el nivel de autonomía en la toma de decisiones, la rotación de los empleados dentro de la empresa como estímulo para alcanzar nuevas competencias, la evaluación de las competencias o la transferencia del conocimiento a través de inversión en la formación, son indicadores que nos informan de los logros competenciales del empresario.
Es necesario, entonces, una apuesta decidida y sistemática por incidir en la mejora de nuestros recursos humanos en las empresas que puedan desarrollar habilidades, capacidades y competencias que favorezcan un cambio necesario e innovador en nuestro modelo productivo.
En esa apuesta, deben estar comprometidos sin miedos y con generosidad la administración y los agentes sociales y económicos de nuestra comunidad autónoma, siendo la concertación y la negociación colectiva las herramientas infalibles que posibiliten el cambio que necesitan nuestras empresas.
¿Para cuándo la reforma de las competencias del empresariado?.
Catálogo de competencias: Conciencia de uno mismo. Análisis, Síntesis y Crítica. Organización y Planificación. Habilidades de Comunicación. Responsabilidad y Perserverancia. Toma de Decisiones. Orientación a Clientes. Trabajo en Equipo y Cooperación. Capacidad de Aprendizaje y Adaptación. Flexibilidad y Orientación al cambio. Motivación por el logro. Compromiso con la Organización. Capacidad para trabajar bajo presión. Resolución de Conflictos y Técnicas de Negociación. Búsqueda de la Excelencia. Innovación. Emprendimiento y Liderazgo.
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