En estos días de vergüenza ajena, cuando arrecia
nuestra ira por escándalos ajenos, se nos viene contra el estómago y contra
múltiples y anónimos esfuerzos
sindicales una coz con el escándalo propio, en CCOO, con las tarjetas opacas de
Bankia. Y éste, sí que hay que digerirlo para evitar, que en la simplificación, la
parte termine definiendo al todo, y para eso ni se puede ser pusilánime, ni
participar de comprensiones porque en esto como en tantas cosas hay que ser
“radical” e ir a la raíz de lo que puede aparecer como síntoma. Afortunadamente,
la mierda siempre termina saliendo a flote.
No entrando en la falta de ética de estas actuaciones
porque el sentido común es sabio y se encarga de explicarlo con el discurso de
los hechos, hay una estética cutre que ratifica la podredumbre de estas
acciones que no pueden disponer del menor recoveco para la más mínima justificación.
Lo peor o lo mejor, cuando ocurren estos
sucesos, es que no pueden explicarse porque no tienen explicación posible. Por eso,
tampoco espero mucho de una comisión de investigación; solo pedir que no se
dilate en el tiempo, y sobre todo que aclare dónde han ido a parar y en
concepto de qué los ochocientos mil euros defraudados, qué papel tuvieron estas personas en la aprobación
de la medida relacionada con las preferentes y si están ya fuera del sindicato.
Sinceramente, nuestra organización, aunque ha sido
rápida, me ha parecido algo blandita planteando la dimisión de Rodolfo Benito y
aunque reconozco el posible impacto de una noticia como esta, hay momentos en
los que hay cosas que solo pueden tener comprensión en la contundencia de las
respuestas. No hablo de linchamiento, porque para ello ya hay actores con
intereses espurios encargados de azuzarlos, mucho menos de avivar la búsqueda
compulsiva de chivos expiatorios. Se trata de ser tajante con un axioma que no
solo forma parte del acervo de nuestro sindicato, sino que es básico para
seguir siendo creíbles en cualquier espacio del mundo laboral: “el
mejor predicador es fray ejemplo”.
Somos una organización muy grande; tan grande como
para ser la referencia de más de un millón de trabajadores y trabajadoras que
pagan su cuota y dan el paso para tener un carné con nuestras siglas y todos
aquellos que nos ratifican a través de las elecciones sindicales con su voto y
aunque, por ser quienes somos el caso Bankia no nos perdone, debemos tener
claro que eso de arrugarse tampoco forma parte de nuestro acervo.
CCOO ha sido, es y será una organización transparente
pero seríamos unos ilusos si pensáramos que se pueda encontrar exenta de
listos, golfillos y paracaidistas que al final puede terminar pasando por
“históricos” como en cualquier tipo de organización. ¿Por ello debemos ser
escrupulosamente intolerantes y vigilantes con los amigos de las moquetas,
porque no nos engañemos, es mucho más duró estar al frente de un conflicto
colectivo que merodeando permanentemente en las cercanías de palacio.
En estos últimos días, cuando algunos pueden plantear
su cansancio porque este tipo de hechos genera la incredulidad, me ratifico en
que son momentos para decir lo que somos. Somos Katia, la compañera de Baleares
para la que piden cuatro años de cárcel por defender el derecho de huelga y más
de doscientos militantes en su misma situación, somos los 8 de Airbus, somos
los compañeros y compañeras de Panrico o Coca-Cola, somos los que dan la cara
en el Corte Inglés, somos Laura consiguiendo representación sindical en
Carrefour, somos Carlos en la Diter, somos Alberto en la marcha de la dignidad,
somos Helena cuando atiende y ofrece soluciones a un compañero despedido, somos
los que llegamos cuando el incendio ha comenzado y hay que gestionarlo, somos
cientos y cientos de microrelatos sindicales muy ligeros de equipaje, anónimos en la mayoría de los
casos, que se juegan su promoción profesional, que se juegan su estabilidad
laboral, que escuchan, informan, acuden y dan el paso por otros que están de
observadores o tienen miedo. Si, ya sé que esto no vende, ni es mediático pero
esa es la realidad contraria a los opacos de las tarjetas.
Porque somos cientos, miles de nombres, mi sindicato y
el tuyo es un patrimonio colectivo a defender con contundencia y se pongan como
se pongan los piratas del estado de desecho, y sobre todo porque nunca nos
terminará de gustar nuestras Comisiones Obreras, permanecemos en ella, porque, definitivamente,
todos no somos iguales y porque somos
más necesarios que nunca.
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