domingo, 4 de noviembre de 2018

Bolonia y Emilia-Romana en tres días.

Un viaje siempre es parte de tu añorada vuelta a Ítaca. Por eso debes disfrutar del momento y de su camino. Y si para ello disfrutas de aliados para el viaje, hasta los cíclopes y la fiereza de Poseidón tendrán mucho cuidado ponerse de por medio. En este viaje a Bolonia, he contado con toda una tropa de confianza a bordo. Al timón, el vitalista de Edi, cortando los vientos de frente, como traductora e interprete, Pilar, la rompedora de fronteras, en el papel de Cicerone, Ana o el faro que guía. Y yo, chupando rueda, dejándome llevar por sus amigables vientos de cola.

La Bolonia inesperada se muestra ya al tomar la "Vía dell´Indipendenza" que nos sumerge en la "Piazza del Nettuno" o en la "Piazza Maggiore", de la que no podemos marchar sin probar un juego: debajo del Voltone de Podestà; coloca la cara a la pared en uno de los cuatro rincones  de la bóveda y con tu acompañante al lado opuesto podrá oír lo que le susurres. Una buena ocasión para una declaración. La curia lo utilizaba para confesar a los leprosos, evitando el contacto.

Luego, profundiza en la inflación de piedra y belleza. Si llueve, tendrás el paraguas de 37 kilómetros de soportales que te darán cobijo por toda la ciudad. No te pierdas el Palacio Archiginnasio, primera sede de la universidad más antigua de occidente. O el Teatro Anatómico. A unos pocos metros de la "piazza", callejuelas por el mercado antiguo de la ciudad  llamado Quadrilatero. Para el aperitivo, toda Bolonia en el área es una oferta pero me quedo con la "Piazza Santo Stefano" y después, si eres valiente, te subes los 498 peldaños que llevan a la cima de la Torre Asinelli. Solo Bolonia da para unos días pero seguimos el camino entre cerveza Moretti o vinos de la tierra, Emilia-Romagna, acompañado de pasta.

De Rávena, capital mundial de los mosaicos bizantinos y en su momento ultima morada del imperio romano de occidente, podrás encontrar en sus iglesias y monumentos toda una muestra, nombrada Patrimonio de la Humanidad. Imprescindible Las Basílicas, el Baptisterio y el Mausoleo de Gala Placidia.  

En Rímini, ocurre lo inesperado, una localidad del Adriático que dispone de quince kilómetros de playa. Un lugar del cual no huir. Verás el barrio de los pescadores que inmortalizó Fellini, una obra desconocida como el Puente de Tiberio con sus cinco arcos de medio punto o el Arco de Augusto. Camina hasta llegar a la Plaza Cavour, que es sencillamente espectacular. Allí encontrará el Palacio del Podestà, el Teatro Municipal inagurado por Giuseppe Verdi y el antiguo Mercado de Pescado, rodeado de cafés y terrazas.
Imprescindible la visita a San Marino, la república más antigua de Europa que también vuelve a sorprender y de allí a San Leo, la localidad más bella de Italia para Umberto Eco. Y un placer de los dioses comer en La Corte di Berengario II. De allí, a Cesenático, a saludar a Garibaldi. Un canal diseñado por Leonardo da Vinci vertebra una ciudad que huele a mar Adríatico. Ya volviendo a Bolonia, como curiosidad, puedes pasar por Dozze y alegrarte con sus casas pintadas.
Deslumbrante y espectacular Bolonia y su tierra de Emilia-Romana. Imprevisible y mágica. Desconocida y por ello tan sorprendente; aunque también puede que fuéramos provisto de risas y buenos amigos y eso hace que hasta los cíclopes y lestrigones se conviertan en aliados al menos en esta parte del camino.



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